martes, 31 de enero de 2012

Touchdown Or Nothing (5): ¿Quien ganará la Super Bowl?


Nos desplazamos hasta Hawaii, sí... HAWAII !!!, para descansar tras tantas semanas de tensión. Aprovechamos para destripar todas las facetas de la próxima Super Bowl entre New England Patriots y New York Giants mientras nos dedicamos a la observacióm de la fauna local. Como no nos ponemos de acuerdo en señalar un vencedor, abrimos los telefonos a la participación de nuestros amables oyentes y, para sorpresa de todos, recibimos las llamadas de David (Rudeza Necesaria) y Willy (Football Speech) y el programa resulta ser el mejor podcast del año.

PROGRAMA NUMERO 5:
¿Quién ganará la Super Bowl?




DISPONIBLE EN ITUNES!

Queda abierta la votación. Vuestra es la decisión: ¿Patriots or Giants?, ¿Touchdown or Nothing? !!!.

jueves, 26 de enero de 2012

Aloha from Hawaii

Es ya una tradición de este autor, rajar de forma inmisericorde cuando llega este esperpento, conocido en el mundo de la NFL como Pro Bowl y, fuera de él, por algo sólo comparable a un partido entre solteros contra casados. Peor aún!, por lo menos esas costelladas están repletas de espíritu, pundonor, orgullo y una violencia que haría sobrecoger al más asesino de los jugadores de línea.

martes, 24 de enero de 2012

Touchdown Or Nothing (4): ¿Es Eli Manning un Qb de élite?


Tan pronto como acabó el partido en San Francisco, Ginés y Jordi tomaron el primer avión y se plantaron en la Quinta Avenida de New York para vivir la emoción del momento. Las muchedumbres inundaron las calles así que buscamos refugio en el conocido restaurante de Seinfeld, para discutir sobre el quarterback de los Giants.

PROGRAMA NUMERO 4:
¿Es Eli Manning un quarterback de élite?




DISPONIBLE EN ITUNES!

Acabada la polémica, llega el momento de hacer oír vuestra voz. Queda abierta la encuesta semanal !!!.

lunes, 23 de enero de 2012

El destino como profeta

Baltimore Ravens vs New England Patriots

Durante toda la semana he estado convencido de que si los Ravens querían jugar el próximo cinco de febrero, necesitarían algo más que una defensa dominante y ese juego de carrera, bazas que -por otra parte y siendo sinceros-, tampoco han rendido en estos playoffs al mismo nivel que durante la temporada regular. Día sí, día también he pensado que la clave del triunfo de los de Baltimore tenía que pasar por Joe Flacco, ese quarterback gris, limitado en su juego por su propio coach y aparentemente carente de cualquier espíritu combativo. Si John Harbaugh era capaz de sorprender a Belichick con su juego de pase, tendrían la victoria en el bolsillo. Ningún guión contemplaba semejante circunstancia.

domingo, 22 de enero de 2012

Licencia emocional

Uno intenta siempre mantener un equilibrio pero hoy espero de vosotros un poco de comprensión. Los nervios me atenazan de tal forma que me he despertado a eso de las siete de la madrugada. A estas horas ya he sacado el perro a pasear tres veces y estoy de café hasta las cejas.

Dejadme que postee este magnífico video de cómo vivieron en San Francisco el pase a la Final de Conferencia.





Mil gracias y perdonad.

La Quiniela: Final de Conferencia

miércoles, 18 de enero de 2012

¿Por qué me gusta el football americano?

Our time to shine


Hemos sido los invitados pobres sentados, casi por caridad, a la mesa de los poderosos. Nos han mirado con condescendencia y una simpatía de callada superioridad. Los niners han sido ninguneados y sus victorias durante la regular season, reducidas a su mínima importancia. Nadie ha discutido el valor de las victorias de Saints o Packers, ni el peso de su balance, pero los triunfos de los de la costa oeste sobre Steelers, Giants, Eagles, Lions y sus trece victorias por tres derrotas no han recibido más que comentarios condescendientes. En nuestra humilde condición, algunos creyeron ver la huella de la derrota escrita en nuestro destino. Olvidaron que jugaban contra la ruda gente de la bahía, esos desheredados, esos perdedores cuyas hazañas prefieren ignorar y aún más grave, menospreciar, algunos recién llegados a este deporte.

Al principio de esa época de las cavernas, cuando Walsh dirigía al equipo y decidimos subirnos al tren de la NFL, nos importaba bien poco entender de coberturas, dobles marcas, formaciones de ataque o defensa. Nos bastaba con vivir cada partido y asistir a la siguiente exhibición de fuegos artificiales. Y poco a poco aprendimos que los milagros solo sucedían sino uno llevaba esos cascos dorados como el sol. Nos enseñaron a vivir cada Super Bowl con intensidad y asistir a los últimos minutos de aquel drive ganador de Montana, en lucha contra los Bengals y contra el reloj como si de una aparición celestial se tratara, o aquel knock-out casi instantáneo con el que los niners noquearon a los Broncos de un descompuesto John Elway en el Superdome de New Orleans. Hasta el pasado domingo, intentaba explicar a quienes me preguntaban, cómo eran aquellos partidos de los niners. Hoy estoy convencido que basta con remitirles a esos últimos minutos del choque contra los Saints y contarles que aquellos excitantes drives, aquella gloriosa angustia que estalla con el último lanzamiento es solo un pequeño destello de la magia que vivimos.



Trescientos años después, o por lo menos a mi me lo ha parecido, los San Francisco 49ers volverán a jugar una final de Conferencia. Olvidaros de Bills, Lions o Broncos; la historia de este año es la de los niners. Muchos serán los que crean que ante equipos de la talla de los New York Giants, Baltimore Ravens o New England Patriots, nuestras posibilidades de victoria son prácticamente nulas. Quiero creer que en el pecado hallarán su justa penitencia. Desconocen que tras estos diablos rojos se oculta el espíritu del football más épico, aquel que ya fuera en la victoria o en la derrota, siempre asombraba por su coraje, por su firmeza, por su inquebrantable resistencia a la rendición. Varias de las páginas más brillantes de este deporte están escritas en rojo y oro, con sangre del Pacífico. Más allá de las estadísticas, de los QB ratings, de las defensas o de cualquier otro factor, los niners cuentan con algo que el resto de conteniendientes olvidaron hace mucho tiempo tras la pedantería del juego ejecutado con la más absoluta frialdad: su corazón. Porque los bay bombers son letales cuando juegan desde la emoción. Solo cuando reniegan de su condición de "un equipo más", solo cuando aprenden a olvidar algunos criterios puramente deportivos para volver a sus orígenes y recordar quienes fueron, los de San Francisco recuperan su alma.



No os quepa ninguna duda. El próximo fin de semana, cuando la noche caiga sobre Europa, a excepción de los fans de los Giants, el resto del mundo del football se pondrá del lado de los niners dispuestos a embarcarse de nuevo en aquellos recuerdos y emociones hasta el punto que, por unas horas, "el equipo de América", los Dallas Cowboys cederán su denominación a los niners.  Solo un par de escalones más, dejádme seguir soñando.

A mi sofá se sentarán todos aquellos que sucumbimos a las lecciones magistrales que aquellos chavales impartían sin descanso; Tura, con quien compré uno de esos primeros videojuegos del Joe Montana Football, con Joan, un fanático de Rice quien, a buen seguro y desde el cielo, seguirá el partido enfundado con aquella camiseta gastada con el #80 a la espalda, con Marc quien me acompañó a ese American Bowl del Estadi Olímpic de Barcelona que los 49ers jugaron ante los Steelers, sólo para ver esa camiseta. También con Mac Calleja, con uno de los pocos fanáticos que ha tenido el valor de confesar su condición durante todos estos años de sequía, con Chicho, quien viajó hasta Washington este año para disfrutar del espectáculo que allí ofrecieron los de la bahía y hasta con la compañía de Ignasi Heras y Pere Junoy, a quienes no conozco personalmente pero a los que reconozco como esos viejos lobos de mar con alma en rojo y oro. Incluso con Mariano Tovar, otro viejo guerrero educado en "ese parvulario" y que, como el resto, estos 49ers le permiten volver a sentirse un chaval. Y con todos nosotros, sentados hombro con hombro y compartiendo carcajadas, emoción y cervezas a Joe Montana, Jerry Rice, Steve Young, Ricky Waters, Ken Norton y el resto de chicos.

Las lágrimas de Vernon Davis no están al alcance de cualquiera. No es un signo de debilidad sino de fiereza, de rabia acumulada por tanta decepción y de inmensa felicidad por devolver a su justo lugar a unos colores tan bellos.

Que un armario empotrado como ese tight end, llegado desde Maryland, sienta de esta forma lo que significa vestir esa camiseta es el perfecto símbolo de nuestra fuerza, de lo que impulsará a los niners hasta lo más alto.

No temáis, lo haremos y lo haremos todos juntos. Nadie ha dado un duro por los niners y siguen sin valorar lo que este equipo es capaz de hacer. Para eso somos una familia, en la carretera del fútbol durante más de veinticinco años; puede que durante algún tiempo no acudamos a la cena familiar pero siempre sabemos cual es nuestro lugar. Si la victoria llega no habrá alegría comparable. Es hora de que el fútbol vuelva a uno de sus lugares favoritos, es hora de volver a casa.

Our time to shine.

martes, 17 de enero de 2012

Touchdown Or Nothing (3): 49ers campeones?


Ginés y Jordi salieron de caza por la jungla. Mientras buscaban sus presas empezaron a especular sobre lo que podría pasar en una hipotética final de la Super Bowl entre los New England Patriots y los San Francisco 49ers y, en la discusión, alguien salió malparado.

PROGRAMA NUMERO 3:
¿Serán los 49ers campeones de la Super Bowl?




DISPONIBLE EN ITUNES!

lunes, 16 de enero de 2012

De las trincheras al cielo


En las trincheras no hay compasión, ni margen para la vacilación. En las trincheras, cada yarda es tomada al asalto o defendida hasta la aniquilación. No es un juego vistoso. Tampoco el tipo de football al que nos han acostumbrado en los últimos tiempos. En las trincheras se ganan los partidos por fuerza bruta, empuje, casta, tenacidad y coraje. Puede que incluso para alguno sea un estilo aburrido, soporífero, demasiado espeso como para ser digerido.

Les llamo "partidos de repetición" porque lo más apasionante se esconde tras alguna de esas magníficas repeticiones, a cámara lenta y recreándose en la suerte, que la realización televisiva nos ofrece descubriéndonos todos esos secretos. Sin ellas nos perderíamos el ochenta por ciento de lo que sucede sobre el césped. Habituados a centrar nuestra atención en esos brillantes quarterbacks y receptores, capaces de proyectar y atrapar el balón a decenas de yardas de distancia. Y llevados por la adrenalina de lo instantáneo olvidamos echar una mirada a esa línea imaginaria que, separando ambas escuadras, atraviesa transversalmente el terreno de juego. Línea de scrimmage la llaman por no referirse a ella como "trinchera de sangre y fuego". Hablemos de ellas.

Durante la regular season, los Houston Texans fueron la segunda mejor escuadra en defensa, los Baltimore Ravens, la tercera. Contra el pase, los de Texas consiguieron la tercera posición mientras que los de Maryland se hacían con la cuarta plaza. Por si fuera poco, los locales se distinguieron por ser los segundos mejores defensores frente a la carrera; los visitantes ocuparon la cuarta posición. Así que uno no tenía que ser necesariamente un gurú del football para suponer que, una vez desplegadas las formaciones y parapetadas en sus posiciones, lo único razonable era esperar que el partido se resolvería, bien por alguna genialidad, bien por algún detalle imprevisto.

Y sucedió nada y un poco de todo. Los Texans condujeron su destino de forma titubeante. Watt demostró nuevamente ser uno de los baluartes que Wade Phillips ha levantado este año, apuntalado por un Danieal Manning que cierra la temporada en clara progresión. Arian Foster hará las maletas en el convencimiento de que podía haber causado mayores estragos si desde la banda no hubieran forzado a un rookie, casi sin experiencia y con mucho que aprender, a lanzar, lanzar y seguir lanzando pese a los síntomas claros que Yates emitía al no poder asumir tantos desafíos. Los Ravens ejecutaron un plan de juego extremadamente rígido pero suficiente como para imponerse a sus rivales. Aprovecharon un par de turnovers para anotar dos touchdowns, poner tierra de por medio, conservar la ventaja en el marcador y reducir el partido a su mínima expresión, de vuelta a la trinchera. Ray Rice y Ricky Williams apenas superaron la línea defensiva contraria. Anquan Boldin halló, entre el desierto de recepciones que atravesó durante la tarde de ayer, su particular oasis en forma de único touchdown. Mientras en defensa brillaban con luz propia las dos intercepciones de Lardarius Webb, el trabajo del indomable Ray Lewis y un sobresaliente Ed Reed. ¿Y su quarterback?. Joe Flacco es un mariscal de campo a la defensiva y retraído. Un líder atrapado en una especie de contención obligada que, desde la banda exige de él un juego de riesgos mínimos y muy calculados. Es asumir un perfil bajo y pasar lo más desapercibido posible.



El cielo nunca estuvo tan próximo en Lambeau Field pero, esta vez, no para los locales. Durante muchas semanas vivieron en una ficción, en una irrealidad que acabó por desplomarse sobre sus cabezas y en el debate de concepciones de juego que planteé la semana pasada, una muesca más se añadió en la empuñadura de mi pistola. Los más apasionados esperaban ver al peor Eli Manning, porque en ocasiones, es más fácil caer en el error de pensar que la suerte de un partido depende solo de lo que un quarterback pueda o no pueda hacer. El partido de ayer debería enseñarnos que, para lo bueno o lo malo, la valía de un quarterback -o por extensión, de cualquier jugador- no puede ni debe medirse en base a un solo encuentro y que, los éxitos de un mariscal de campo dependen de algún factor más que de su habilidad de pase. Apuntemos algunos: permeabilidad de su línea ofensiva para darle el tiempo y la tranquilidad suficiente para buscar el receptor más adecuado, habilidad del receptor en el desmarque y la recepción del envío, potencia del pass rush rival en capturarle, buen juicio en la selección del playcall. Y sin quitar ningún mérito a nadie, algunos de estos factores jugaron en contra de los locales.

Eran los Packers, invencibles, en una de sus temporadas más victoriosas. Bastaba con un ataque descomunal y una defensa que permitía más yardas que nadie pero menos puntos que la mayoría para cumplir el trámite de Indianapolis y disfrutar del retorno de Vince Lombardi a su cuna. Nadie iba a permitir que estos Giants de los 2008 repitieran el resultado conseguido ante Favre, figura a quien culpar de todos los males, en una especie de venganza sorda y prolongada que les atrapa desde hace más de cuatro años. Eso ya no era posible. No pasaría. Y acertaron en el pronóstico: fueron superados, no por un único field goal, sino en prácticamente cada faceta del juego. La offensive line de los Giants no permitió que su quarterback oliera a los Pickett, Wilson, Raji, Bishop, Zombo, Hawk, Peprah o Matthews mientras que en el lado contrario los Boley, Rolle, Grant, Webster, Pierre-Paul o Umenyiora se convertían en un serio problema. Tanto cambiaron los planes locales que, suprimido el juego de pase (ningún receptor local superó las 46 yardas totales), los de Green Bay tuvieron que recurrir a las carreras de Ryan Grant y John Kuhn, tan deshabituados en estas lides que ambos registraron un fumble por cabeza. Los de la Gran Manzana, con su defensa creciente, simplemente desactivaron el ataque quesero, les sacaron a empujones fuera de sus esquemas y les obligaron a jugar con las facetas del juego que ellos mismos habían preferido olvidar durante toda la temporada: carrera y defensa. Y en este punto, Tom Coughlin no solo había ganado la batalla de The Frozen Thundra sino que, en el envite, dió toda una lección a Mike McCarthy.

Ahora podemos pensar que Aaron Rodgers no tuvo su día, que falló en exceso, que se precipitó o que sus receptores dejaron caer balones que habitualmente hubieran sumado un buen número de yardas de pase. Podemos seguir mirando hacia nuestra realidad, pensando que basta con un ataque monstruoso para ganar el campeonato de la NFL, buscar un par de excusas más y seguir adelante. Yo preferiría que los responsables no volvieran a caer en el pecado del orgullo y la soberbia, que les llevó a pensar que enmascarando la realidad uno puede presentar los hechos como no son. Quisiera que alguien en Green Bay repasara, no sólo este decisivo partido, sino los errores en la concepción del juego que cometieron hace meses y que, estúpidamente les llevaron a renunciar al juego de carrera y a una defensa, no ya dominante, sino pensada para acumular algo más que victorias durante la regular season. Porque la derrota debe ser el mejor de los maestros si sabemos asumirla como debemos.

domingo, 15 de enero de 2012

Cuando juegan las defensas


Hace algunos días escribí que había llegado la hora de ver qué tal se las arreglaban las defensas frente al devastador poder ofensivo tan de moda en la liga de un tiempo a esta parte. Y debo de reconocer que lo vivido ayer refuerza mis convicciones respecto a la importancia que, en este deporte, las defensas han tenido, tienen y tendrán.

En Candlestick Park se respiraba una atmósfera eléctrica. Desde los últimos coletazos de Steve Young, a finales de los noventa, que no se vivía algo parecido. A miles de kilómetros de distancia uno podía adivinar el entusiasmo y la pasión que estos nuevos red and gold han hecho renacer, cual ave Fénix, en la olvidada bahía. El retorno a los orígenes de un clásico siempre es una excelente notícia para el fútbol. Os engañaría sino admitiera que un escalofrío de emoción recorrió mi espinazo cuando, justo al lado del Golden Gate, los 49ers formaron para el kick off.

Las acciones ofensivas de los últimos minutos del postrero cuarto quedarán grabadas en nuestro recuerdo, eso es indudable. Como dos púgiles al borde de sus fuerzas, Saints y 49ers se enzarzaron en un colosal intercambio de golpes que solo podía acabar en lo que el fútbol construye en base a la épica. En la grada, todos créimos que el touchdown del quarterback local sería el definitivo (24-29). Saltamos del sofá con la rápida respuesta de Jimmy Graham (32-29) y acabamos por enloquecer, borrachos de júbilo, cuando Vernon Davis puso el broche final (32-36) a un partido memorable.

Antes de todo eso, mi atención se centraba en la trinchera. Durante los tres primeros cuartos estuve convencido de que el signo de la eliminatoria se decantaría según fuera la capacidad de los de San Francisco en dar caza a Drew Brees o por la offensive line de los Saints en proteger a su quarterback y darle el suficiente tiempo como para que éste destrozara la cobertura rival con sus milimétricos pases. Ante la efectividad de los Colston, Sproles, Graham, Henderson o Meachem, los 49ers presentarían su defensa infranqueable frente a la carrera e intentarían suplir una endeble protección ante el pase con su capacidad de intercepción y su perícia en forzar fumbles. Y así sucedió.

En New Orleans deberían aprender la lección. Tal poder de ataque basta y excede para arrasar durante la regular season, pero metidos en la post temporada, sin una defensa capaz de presentar batalla al contrario, uno acaba fuera de la competición. No fue ninguna casualidad que su último Vince Lombardi coincidiera con una eficiencia defensiva pocas veces contemplada en Louisiana. Ayer en Green Bay, alguien durmió un poco más intranquilo.

Temo que éste haya sido el punto álgido de los San Francisco 49ers en los playoffs. Con la misma ilusión con la que un niño aguarda la noche de Reyes, espero el próximo choque, la Final de Conferencia. Dejádme repetirlo una vez más: Final de Conferencia para los niners!. Sé que debería disfrutar de lo conseguido y quizá prepararme para la decepción, pero viendo ayer como Frank Gore cortaba la línea, como el tight end Vernon Davis atrapaba balones al más puro estilo Rice y a un Alex Smith -la versión mejorada del modelo Mark Sanchez 2010-, se alzaba convertido en la viva imagen de un renacido Joe Montana, decidme, ¿cómo contener los acelerados batidos de mi corazón?.




Lo que sucedió en el Gillette Stadium fue la crónica de una muerte anunciada, con la salvedad de que habíamos anticipado tantas veces esa muerte que la situación era lo más parecido a esa fábula de Esopo llamada "El pastor y el lobo". Y como sucedió en el cuento, el canis lupus acabó por aparecer bajo un disfraz compuesto por una chandal, modelo 'Munich 72, una ridícula capucha y una visible protección contra el intenso frío.

A Belichik, viejo zorro de enciclopédicos conocimientos, le bastó un cuarto, apenas quince minutos, para derruir, desde sus mismos pilares, no sólo el ataque de los Broncos, sino toda su filosofía de juego. Como bien había anticipado Manolo Arana -experto entre los sabios-, en su habitual colaboración en el blog de Mariano Tovar, una de las claves para la desintegración de esa option que ha sorprendido a la liga -arruinando el prestigio de cuantos entrenadores se han cruzado con ella-, no pasaba por repetir el error de Dick Lebeau, enviando repetidamente paquetes de siete, ocho o hasta nueve defensores a la caza de Tebow -y desprotegiendo su cobertura de forma irresponsable-, sino, todo lo contrario, manteniendo el front seven a la expectativa de la decisión del quarterback rival. Los Ninkovic, Fletcher, Mayo, Spikes, Love, Warren, Anderson o Ellis, sometieron a Tebow, McGahee, Ball y compañía a una cacería de proporciones bíblicas. Sin avanzar en la trinchera -pese a la reiterada invitación que John Fox telegrafíaba una y otra vez-, esperando hasta que el ataque ejecutara su elección (pase, running back o carrera del quarterback) para intervenir con la misma frialdad con la que cualquier cirujano cercena un destrozado miembro. Fue todo un majestuoso clínic el impartido ayer por Bill Belichik.

A estas alturas de la temporada y tras lo vivido en Denver, no me parecería ni elegante, ni correcto, cargar contra Tebow. Los que caían en el resultadismo como método para valorar un quarterback y repetían sin cesar aquello de que "Tebow es bueno porque gana", ¿estarán ahora pensando justo lo contrario?. La NFL demuestra, una vez más, que sus equipos acaban por hallar la horma a cualquier zapato. Y sepamos que lo de Tebow no es ninguna novedad. El mismo debate sucedió cuando aquel Donovan McNabb llegaba para "definir un nuevo modelo de quarteback, de menos pase y más carrera". Tanto que se adelantaba ya el cambio de era y el final de los pocket passers. Hace más de 15 años de eso y aquí seguimos. Lo que ayer hizo Belichik no fue otra cosa que mostrar al resto de contendientes el camino correcto para anular total y absolutamente el juego de los Denver Broncos y para mi sorpresa, sin ninguna respuesta en la manga de los anaranjados. Si los de las Rocosas son capaces de evolucionar, de llevar su juego a otros terrenos, no me cabe duda de que tendrán una nueva oportunidad la próxima temporada. Para Tebow ha llegado el momento tan temido, el instante en el que uno decide si cruza el Rubicón o se queda donde está. Si lo hace será en base a dedicarse a algo en lo que claramente está estancado. Es avanzar o morir.

La contundencia de la victoria es un mensaje para todos los rivales que quedan en liza. Táctica y estratégicamente nunca se llegó a jugar el partido de ayer. La amplia diferencia en el marcador es el propio de aquellos que utilizan su primer partido de post temporada para rearmarse moralmente. Han conseguido su objetivo prioritario; no tanto superar una eliminatoria que ya daban por descontada como asestar un golpe en la mesa tan tremendo que solo está al alcance de aquellos que aspiran a lo más alto.

sábado, 14 de enero de 2012

The Phenomenon


No tenía intención de publicar hoy ningún artículo pero hay planes que deben ser cambiados si algo extraordinario sucede. Una amiga de facebook, profesora, no de Wisconsin sino de la Mancha!!!, ayer publicó la extraordinaria, maravillosa y genial fotografía que encabeza este artículo y me ha tenido toda la noche dándole a la cabeza. Gracias [A]!. Realmente y sin exagerar, el fenómeno Tebow es, puertas afuera, lo más grande que ha sucedido en la NFL desde los tiempos de Montana.

No estoy diciendo que Tebow sea lo que no es. Ya conocéis mi opinión respecto al jugador. Pero mediáticamente no he visto a nadie traspasar las fronteras de lo que es estrictamente el aficionado a la NFL del resto de la población. En Estados Unidos se publicó esta semana una encuesta de la cadena de televisión ESPN según la cual, Tim Tebow es el deportista más popular del país. En diciembre, el Washington Post publicaba un artículo explicando cómo el juego de Tebow destruye el sistema de medición y valoración que tradicionalmente se ha utilizado para los quarterbacks NFL. Mariano Tovar contaba esta misma semana que su blog había superado el récord de entradas, superando las 40.000 visitas en los últimos siete días y, además, su mini intervención en un vídeo explicando lo que es Tebow había sido el más visto de todo el periódico, impresionante!. Y qué deciros de mi humilde blog, rozando ya las 100.000 visitas!. Todos sabéis que, en una vertiente puramente religiosa, la figura de Tebow también ha sido visible por parte de algunas publicaciones españolas y que en, una mezcla de religión, pundonor y sorpresa deportiva, otros periódicos españoles han elaborado mini-reportajes sobre el quarterback de los Broncos.

Para mí lo más humillante fue una frase que, emitida en la intimidad del hogar, para más INRI, durante la nochebuena, fue pronunciada por mi padre, al que tanto quiero y tanto debo, en plena cena de Navidad: "Oye Jordi, tú que estás metido en eso... ese tal Tebow quien es?". Con el langostino colgando me quedé. Por muy elevados que sean los bienes que me deje en herencia, creo que jamás podré perdonarle tamaño desatino: "Tú no papá, por Dios, tú no... qué disgusto más grande!".

Lo cierto es que la última vez que el mundo de la NFL estuvo mínimamente presente en la calle fue durante la época Joe Montana. Eso significó que nuestra pandilla se daba cita puntualmente para ver los partidos de NFL que TV3 ofrecía allá, por los inicios de los años ochenta. 

Recuerdo que, en el patio del colegio, algunos zumbados transformaban el conocido "balón prisionero" por una variedad un tanto extraña de "eso que también se llama fútbol". Me apunté los dos primeros "partidos". En el primero le casqué un buen codazo a uno que me caía especialmente mal. En el segundo, el agredido se convirtió en angel vengador y decidí que en aquella nube de polvo se necesitaba una reglamentación, así que me pasé al baloncesto. 

Tebow como fenómeno mediático ha vuelto a poner este deporte en los medios. Por supuesto que la información de lo que sucede en la liga dista aún mucho de corresponder a la importancia que merecería. El fútbol es en España aún un deporte minoritario, pero no somos un ghetto. Existen clubs que se agrupan alrededor de una liga, jugadores que entrenan duro y tantos seguidores como para hacer que Canal Plus dedique una excelente cobertura de este deporte. Signo de que los números tienen que ser buenos por necesidad. La idea debería ser la de aprovechar este pequeño tirón mediático para dar continuidad a lo que es puramente este deporte. Visto el panorama, soy bastante excéptico, la verdad.

La Quiniela: Divisional



Clave:
+0 : Victoria de 1 a 3 pts.
+3 : Victoria de 4 a 7 pts.
+7 : Victoria por 8 o más pts.

miércoles, 11 de enero de 2012

Touchdown Or Nothing (2): Tim Tebow

Llega la segunda entrega de este ya aclamado Podcast. En esta ocasión, Ginés y Jordi viajaron hasta Denver, pagándose el desplazamiento de su bolsillo, y realizaron un programa especial desde la misma catedral de la ciudad. No os perdáis la colaboración de John Elway al órgano y la actuación del Coro del Sagrado Corazón de Tebow.

PROGRAMA NUMERO 2:
¿Es Tim Tebow un quarterback para la NFL?




YA DISPONIBLE EN ITUNES!


Y en exclusiva para todos vosotros, la primera toma falsa... para que veáis lo difícil que es a veces grabar un podcast!.

¿Por qué me gusta el football americano?

martes, 10 de enero de 2012

Una batalla de estilos


Tras las rondas divisionales del próximo fin de semana, habremos visto en acción a todos los equipos clasificados para los playoffs. Al mismo tiempo y para que comprobemos lo rápida que la post temporada transita, un 60% de los equipos que empezaron esta fase estarán ya en casa. Así es que me apresto a vivir los escasos fines de semana que restan hasta el cierre de la temporada con la emoción de cada choque. ¿Y quien quiero que gane?. Es una pregunta que con frecuencia me plantean estos últimos días. Descontando a los seguidores de las franquicias que aún quedan en liza, el resto de aficionados andan posicionándose a favor o en contra de alguno de los supervivientes con diferentes criterios: simpatía o antipatía hacia un equipo, predilección por un determinado jugador, tipo de juego, dirección técnica, etc... Así que para cuando llegue la Super Bowl podemos afirmar que el 90% de los telespectadores tendrán una preferencia hacia tal o cual finalista.

Yo afronto los aproximadamente treinta días que separan el final de la regular season de la Super Bowl de forma diferente. Evidentemente, a la hora de luchar por el Vince Lombardi, acostumbro a tener un favorito -el equipo que creo que ganará- y un preferido -el que equipo que quisera que ganase-. Contadas son las ediciones en las que, frente al televisor y hundido en la butaca, no he llegado a establecer una o ambas selecciones.



Pero hay un debate mucho más de fondo que conocer al ganador de cada edición y ese es el de calibrar la evolución en el estilo de juego del football americano. Existe una teoría, de argumentos muy razonables, según la cual, con el paso de los años, la NFL evoluciona de lo que podríamos llamar "football tradicional" hasta un "football fantasy". El primero podría describirse, a muy grandes rasgos, por la búsqueda de un equilibrio entre la potencia ofensiva y la resistencia defensiva, un poder de pegada basado en el ataque terrestre, con running backs dominantes y donde el quarterback desempeña un rol de administrador de los drives. De ahí la manida frase que confía en la defensa para conquistar los campeonatos mientras que reserva para el ataque la única misión de ganar los partidos; toda una declaración del juego balanceado. En cambio, el "football fantasy" estaría perfectamente descrito tomando los ejemplos actuales de Green Bay Packers o New Orleans Saints, equipos totalmente desequilibrados en cuanto a la efectividad de sus defensas comparadas con sus ataques -o viceversa-. Los nuevos ídolos serían esos receptores y, principalmente, quarterbacks capaces de lanzar y lanzar como máquinas expendedoras. A ello contribuiría una reglamentación concebida para potenciar el juego de ataque, alentando las exhibiciones del juego aéreo tan corrientes hoy en día en base, entre otras, a una protección excesiva del quarterback y a unas normas demasiado punitivas contra las defensas.

En realidad, el ganador del Vince Lombardi de este año no demostrará nada. Simplemente supondrá un dato más en la serie de campeones de la última década. Atendiendo a la clasificación que Willy Bistuer ha confeccionado -y con la que casi coincido en un 100%- de los más recientes campeones de la Super Bowl bajo tres etiquetas (equipo defensivo, equilibrado u ofensivo), obtendremos los siguientes resultados:


Dos argumentos son fácilmente extraíbles de esa relación: Por un lado, los equipos equilibrados se imponen claramente a cualquier otro modelo. Por otro, no parece que exista una evolución hacia una mayor preponderancia del poder ofensivo. Es una realidad innegable que el juego aéreo ha aportado unos registros mayores, los quarterbacks consiguen más yardas de pase que en cualquier otro momento en la historia de la liga. Y no es un fenómeno excepcional; Rodgers, Brady o Brees, al unísono, están en disposición de destrozar cualquier estadística. Sin ir más lejos, Joe Montana jugó durante 16 temporadas en la NFL. En ocho ediciones superó las 3,000 yardas de pase y su mejor marca personal quedó fijada cuando, en 1990, lanzó para 3,944 yardas. En sus once temporadas, Drew Brees ha lanzado más de 4,000 yardas en seis ocasiones, en dos de ellas ha excedido las 5,000 yardas, estableciendo un nuevo récord en las 5,476 yardas.


Vayamos al otro extremo del ataque. Desde mediados de los 70 hasta mitad de los 80, Walter Payton (Chicago Bears) consiguió que la hierba jamás volviera a crecer tras las 15,269 yardas que dejó atrás. En sus 15 temporadas superando trincheras, el genial running back de los Dallas Cowboys y Arizona Cardinals, Emmith Smith, corrió durante la década de los 90 para 18,550 yardas. Y casi en la misma época, Barry Sanders (Detroit Lions) desesperaba a las defensivas rivales cabalgando a través de 15,269 yardas. Si damos un salto a la época actual y tomamos como referencia a uno de los últimos running back "clásicos", LaDainian Tomlinson (San Diego ChargersNew York Jets), ha sido uno de los más destacados runners aunque probablemente no podrá alcanzar las 14,000 yardas.

Pero parece que, a tenor de lo analizado, se requiere también de una defensa capaz de frenar los envites contrarios. Seguramente nadie excepto los Tampa Bay Buccaneers de hace casi 10 años ha fundamentado sus triunfos en base a una defensa dominante. Ya casi nadie apuesta por seguir los pasos de aquella Steel Curtain que aterrorizó en los setenta. Pero también es justo observar que ningún equipo puramente volcado en su ofensiva ha conseguido levantar por encima de sus cabezas el Vince Lombardi, ¿estaremos este año ante la primera ocasión?.

Esta es solo una faceta más a tener en cuenta cuando consideremos el resultado de la próxima edición de la Super Bowl. Os invito a disfrutar de esta post temporada y a vivir los enfrentamientos de los próximos fines de semana con pasión. Como véis, la diversión no solo está en saber qué jugador será el más valioso o quien se llevará el gato al agua. Ni siquiera si los Packers serán capaces de revalidar el título. Hay muchas otras preguntas sin resolver. Si parpadeas, te lo pierdes.

lunes, 9 de enero de 2012

De brújulas


Una brújula defectuosa.
Desde su creación allá por el siglo IX, hasta su substitución por sistemas más modernos, la brújula ha sido el instrumento de navegación más útil; de imprescindible uso para cualquier embarcación que se atreviera a navegar más allá de la línea costera. La segunda ronda de los wildcard nos ha permitido contemplar el lamentable fin al que se exponen aquellos equipos que, teniendo un buen navío, se atreven a zarpar sin atender a su brújula. Un error que ni el más estúpido de los navegantes cometería jamás.

Atlanta Falcons y New York Giants nos prometían un partido de trincheras y resultó ser un enfrentamiento de tranchetes. En todos los partidos acostumbra a distinguirse un salvador, un elegido, un tipo al que el equipo encomienda todas sus esperanzas cuando las cosas no acaban de funcionar. Para los azules de New York ese hombre se llama Brandon Jacobs. La fase de tanteo acabó cuando Jacobs, en el más puro estilo beast mode, cogió el balón y literalmente tiró de los Giants hasta la siguiente eliminatoria. Entre tanto paso estratosférico y tanto quarterback batiendo récords históricos habíamos olvidado a qué huele el estilo tradicional del football americano, el espectáculo que supone ver a un running back romper placaje tras placaje con su poderío, llevar colgados a uno, dos o tres linebackers y seguir adelante o, gracias a un segundo esfuerzo, recorrer la distancia que separa un first down de un punt con la misma facilidad con la que encaja golpe tras golpe. That's football !!!.

La victoria hubiera sido menos fácil para los locales, pero más digna para los visitantes si algo en el juego de los Falcons hubiera funcionado, pero en Atlanta parecen abonados a disputar la post temporada con el dodotis puesto y en estado de shock. No sé a cuantos coordinadores ofensivos, defensivos, incluso entrenadores en jefe entrevistarán en las próximas semanas pero, además de ello, yo sugeriría cambiar de psicólogo.

Como comenté en la previa, los de New York tienen un estilo de juego que, lejos del abuso en el ataque aéreo, combinan una defensa de las que, yarda a yarda, se ganan el respeto del rival,con un ataque balanceado. Una combinación de equilibrio y potencia que Tom Coughlin gestiona con maestría, criterio y sentido común. Sabe cuando es el momento de tirar de las riendas y contener a su quarterback y cuando explotar las lagunas de la cobertura. Aún pueden caer a medio camino pero la historia no se repite porque sí.

En Atlanta quizá hoy sea el día más triste de su historia, solo superada por aquellos últimos días de la guerra civil norteamericana en los que la ciudad ardió hasta sus cimientos. Para jugar en post temporada no basta con tener buenos jugadores. Hay que administrar un buen playcalling, hay que dar el do de pecho en defensa, hay que saber jugar tus bazas adecuadamente, hay que infundir la duda en la defensa rival, hay que lanzar y atrapar pases, crear tus gaps, buscar tus carreras, aprovechar los blitz del contrario en tu beneficio, encontrar tus espacios entre la cobertura enemiga, ajustar la defensa, imponer tu ley en la trinchera, ser arriesgado pero inteligente... por lo visto, demasiadas cosas que hacer para un Mike Smith que acabó con esa mirada de impotencia que sólo los mediocres pueden mostrar.






Sin brújula.
Sabíamos que en Mile High habría un equipo que jugaría sin quarterback. Lo que no sospechábamos es que éste serían los Steelers y que, además, en la osadía, dejarían en el hotel a sus coordinadores de ataque y defensa. Había oído que "el football es distinto en enero", pero con sinceridad, nunca creí que sería tan diferente como para que el equipo eliminado en una ronda de wildcard fueran los de Pittsburgh jugando contra los Denver Broncos.

Podemos consolarnos creyendo que la derrota en Denver es explicable si uno considera la baja de Rashard Mendenhall, un front seven diezmado por diferentes lesiones y un quarterback renqueante. Excusas banas. En nueve de cada diez partidos los Steelers deberían de pasar por encima de los Broncos siempre y cuando los primeros hagan sus deberes desde la banda y sepan cambiar el plan si este no funciona. Eso no ocurrió ayer, convirtiendo el choque en ese décimo partido en los que los Denver Broncos asestan en su rival una merecida bofetada a dos manos.

Me parece sencillamente inexplicable cómo un equipo de la experiencia de los Steelers puede llegar a pensar que basta con un front seven de siete, ocho y hasta nueve jugadores para derrotar a los Broncos. Y más preocupante aún es creer que el gran John Fox, flanqueado por su coordinador ofensivo, Mike McCoy, no advertirán la situación y buscarán la más efectiva de las soluciones. Ya desde el segundo cuarto, Tebow demostró que aunque está lejos de ser un pocket passer, su brazo alcanza para bombardear a la inexistente cobertura acerera con sus pases defectuosos de factura pero letales en su resultado. Lo más sorprendente es creer que esta situación de juego fuera ejecutada, no como un recurso, sino como algo con lo que castigar a la ofensiva local una y otra vez. Una defensa que encaja veinte puntos en un solo cuarto -el segundo-, con un Tebow capaz de sumar tres pases de cuarenta yardas debería haber aleccionado la soberbia de los de oro y negro. Así sucedió el resto del partido pero, llegados al extra time, los Steelers quisieron resolver la prórroga de un solo golpe. Fue un acto inconsciente, tan arriesgado como insolente. Tebow volvió a demostrar que estaba preparado para esa situación y el touchdown de Demaryus Thomas, además de un acto de justícia, fue el justo precio a ese trato condescendiente con el que el veterano coordinador defensivo Dick LeBeau -con el consentimiento de Mike Tomlin-, trataron a los locales. Los partidos hay que ganarlos sobre el terreno de juego.

Es lo maravilloso de la NFL. Cada año teje una historia cargada de épica, emoción y sentimientos encontrados. Poco importa el resultado final. En un deporte donde solo cuentan las victorias, estos equipos consiguen volar por encima del resultado y pasar a la memoria de los aficionados por los sueños que acogieron. Los 49ers de Montana y Young fueron grandes no por el número de victorias sino lo que supusieron para los que aman este deporte, algo parecido a lo que en Green Bay ocurrió con Brett Favre, los Bills de Jim Kelly tejieron una leyenda basada en su infortunio, la historia de voluntad con la que Drew Brees devolvió a New Orleans su dignidad y sentimiento de comunidad tras la catástrofe del Katrina. Pase lo que pase el próximo fin de semana, los Denver Broncos se han ganado, a codazos, con fe y una pizca de fortuna, un lugar eterno en la leyenda de ese deporte. Quieren más, nadie lo duda, pero han hecho lo más difícil. El ganador de la Super Bowl hallará su merecida gloria pero, ahora sé, que este será recordado siempre como el "campeonato de Tim Tebow".

domingo, 8 de enero de 2012

Instantes, mentiras y engaños



Instantes.
Hay partidos que se deciden por un instante gracias a hombres capaces de cambiarlos en menos de un segundo. Deslumbrados por el brillo que desprendía la pegadiza descripción del enfrentamiento como "el partido de los quarterbacks rookies", J.J. Watt llegó para señalar nuestro error; esta es la temporada de los rookies de letras dobles. Hablaban todas todas las previas de la importancia de los A.J. Green o de T.J. Yates, lo que nadie podía esperar es que la suerte de la primera wildcard dependiera de J.J. Watt, el defensive end de los Texans quien, a menos de un minuto para la finalización de la primera mitad, superó el marcaje de Mike McGlynn, alzó sus fornidos brazos, interceptó el pase lanzado por Andy Dalton y, con algo de suerte -es justo reconocerlo-, se hizo con el balón para recorrer las 27 yardas que le separaban de la línea de touchdown.

Hasta ese momento los Bengals habían sido superiores. En cada drive se imponían a unos desnortados Texans, no tanto en el marcador, es cierto, pero sí en la fluidez de su ataque y en la efectividad de su defensa. Dalton encontraba con facilidad a sus receptores y con fácil juego de pase y los de Cincinnati encadenaban sus primeros downs mientras la defensiva contenía, no sin problemas, las arremetidas locales. En el otro bando, Yates parecía claramente superado por las circunstancia, como lo estaría cualquier novel e inexperto, colocado al frente del buque insignia de la flota. Únicamente un intermitente juego de carrera parecía socorrer a los de Houston y, el constante rumor de la incertidumbre, del "esto no parece funcionar", recorría la temerosa grada cada vez a mayor velocidad.

Pero dieron las doce de la noche -por lo menos en España- y el cuento de los Cenicienta Bengals finalizó como sólo pueden hacerlo los cuentos infantiles: con dramatismo. Nadie culpará a los Bengals de lo sucedido pues, en su papel, jugaron de acuerdo a sus posibilidades y, ya se sabe que quien hace cuanto puede, no está obligado a más. El break marcado por Watt no solo supuso siete puntos más en el marcador de los Houston Texans. Esa acción permitió al equipo volver a sus orígenes sin la tensión de la responsabilidad. Justo en el momento en el que los Texans se vieron arriba en el casillero, olvidaron sus particulares demonios y se liberaron del peso de la responsabilidad. Si superas a tu rival en la batalla psicológica, estás un paso más cerca de la victoria.

El dilema que nos plantea ahora Houston es doble. A la discusión sobre el potencial de juego de los Texans frente a sus rivales de playoff debemos añadir, en términos competitivos, las dudas sobre su capacidad de adaptación a la tensión que conlleva cualquier post temporada. Los Baltimore Ravens son, en estas lides, un equipo experimentado, conocedor del terreno que pisa y dispuesto a sacar tajada de la situación.



Mentiras y engaños.
En el análisis previo de este partido hablaba sobre el engaño construído alrededor de la defensa de los Lions. Lo que en realidad sucedió la madrugada del sábado al domingo en el Louisiana Superdome fue una operación de engaño comparable a Fortitude. Los Lions se presentaban confiando en su ataque. Cuanto más tiempo consiguieran mantenerse en el partido, mayores serían sus posibilidades de victoria. Y a este empeño se entregaron en cuerpo y alma los Matthew Stafford, Kevin Smith, Titus Young, Nate Burleson y, cómo no, Calvin Johnson. Pero Sean Payton representa al buen jugador de ajedrez que sabe esperar el momento adecuado para asestar el golpe definitivo. Peyton tejió un engaño de dimensiones estratosféricas. Empezó jugando a la carrera y ridiculizó a una defensiva incapaz de realizar un solo placaje aceptable. Dejó que los Lions creyeran en sí mismos, soportó la presión de ir por debajo en el marcador y administró el choque con una inteligencia digna de su prestigio. Y cuando fue el momento, abrió el tarro de las esencias y destrozó a estos imberbes Lions.

Jim Schwartz, inconsciente como en pocas ocasiones, aceptó el reto y pagó la osadía con creces. Creyó que sería un partido de ofensivas y a ello se entregó con fiereza. Pero en Detroit olvidaron que no puedes vencer a estos Saints sin que tu defensa de un paso de valentía. Es imposible, repito, imposible derrotar a los New Orleans si el precio se fija en base a la puntuación que uno sea capaz de anotar y en ese desafío, el engaño de verdad fue el que Peyton planificó sobre la mesa de operaciones. La perfección de los Lions llegó en el primer cuarto: ataques largos, defensas fuertes dejaban a Drew Brees en el banquillo, impotente. Pero cuando el mariscal de los de negro y oro se plantó en el terreno de juego, ya no existió forma humana de detenerle y el partido se convirtió en una exhibición de poderío de tal magnitud que en su último drive incluso renunciaron a seguir anotando.

Fue el pecado de la soberbia el que condenó a los Lions. Deberán aprender la lección para la próxima temporada. Cuando uno se enfrenta a los mejores, hay que conocer el terreno que se pisa, no sea que cuando te quieras dar cuenta, te has metido tú mismo en la boca del lobo. En el bando local y a cada jornada, se refuerza la condición de máximos aspirantes al título por parte de los chicos de Brees. Parece imposible hallar ningún equipo que pueda superar en un enfrentamiento directo, espada contra espada, a tal exhibición de talento y pegada. Si yo fuera head coach de cualquier posible rival, empezaría a trabajar con mi defensa porque, a puñetazo limpio, los New Orleans Saints están demasiado cerca de las estrellas.

sábado, 7 de enero de 2012

Touchdown Or Nothing (1): Norv Turner

Los autores de los blogs NFLNotesIllegal Return se unen en una nueva experiencia. Semanalmente ofreceremos el espacio "Touchdown or Nothing", un podcast orientado a debatir los temas de actualidad más interesantes de la NFL.

Quedáis todos invitados a participar en esta nueva aventura!!.

PROGRAMA NUMERO 1: 
¿Es una buena decisión que Norv Turner continue al frente de los San Diego Chargers?.

viernes, 6 de enero de 2012

La Quiniela: Wildcard


Clave:
+0 : Victoria de 1 a 3 pts.
+3 : Victoria de 4 a 7 pts.
+7 : Victoria por 8 o más pts.

El Próximo Campeón (IV/IV)


Soy el primero en pensar que en un playoff cualquier equipo clasificado tiene posibilidades de llevarse el Vince Lombardi. Pero la otra parte de la verdad es que no todos parten con las mismas probabilidades. No ser uno de los finalistas para Saints, Packers, Patriots o Steelers supondría considerar la temporada como un fracaso. En un segundo nivel, Ravens, Falcons, Texans y Giants asumirían de mala gana el resultado, pero podrían considerar el año como aceptable. Y finalmente, Broncos, Bengals, Lions y 49ers, aplicando un punto de realismo, deben de interpretar estos playoffs como un primer paso en el largo camino hacia el Olimpo. Así es que, al final, cada uno debe sacar sus propias conclusiones de la post temporada, muchas veces es mas preocupante para un equipo no acceder a la Super Bowl que para otro quedar apeado a las primeras de cambio.


BALTIMORE RAVENS. Si existe un equipo que en estos playoffs puede devolver la vigencia de la hastiante frase "los ataques ganan partidos, las defensas campeonatos", estaremos hablando, sin duda, de los Baltimore Ravens. La tercera mejor defensa de la liga, cuarta contra el pase, segunda frente a la carrera garantizan dolor y sufrimiento a cualquier franquicia que pretenda superarles. Terrell Suggs se ha especializado en la caza del quarterback rival, mientras que Lardarius Webb y Ed Reed amenazan constantemente con destruir el pase largo. Veo en la unidad defensiva de los Ravens a unos asesinos recién salidos del correccional y con muchas ganas de venganza. Su ataque es igualmente demoledor. Ray Rice está en una de sus mejores temporadas, encontrando gaps o fabricando sus propias rutas. Velocidad y potencia combinadas allanan el camino hacia las 1,360 yardas y 12 touchdowns. Y en el juego de fantasía, Anquan Boldin y Torrey Smith se muestran algo más endebles pero igualmente amenazadores.

Los Ravens aparecen como un equipo sólido, sin lagunas, carencias, agujeros o, ni siquiera, grietas apreciables a simple vista. El modelo de lo que es un equipo balanceado que ha hecho de su equilibrio una marca de distinción. Ataques temibles y defensas infranqueables, la aspiración de cualquier head coach. Así las cosas, ¿cual es la razón por la que no hayamos visto a los Ravens levantar más trofeos Vince Lombardi?.

Algunos piensan que el nivel de su división y de la Conferencia es tan exigente que el acceso a la Super Bowl está vedado. En algún momento de la post temporada hay que convertir una buena temporada en algo épico y superar a Patriots o Steelers. Otros desconfían del aplomo de Joe Flacco, un quarterback que flaquea en los momentos en los que un mariscal de campo no puede esperar a ser el elegido, sino que debe de liderar y asumir su propio destino. Es lo que el capitán del Enterprise, James Tiberius Kirk describiría como marcar la diferencia. Lo cierto es que Flacco parece olvidar que, cada vez que sale de un estadio con la cabeza baja tras quedar fuera de la competición, ha dejado escapar un nueva oportunidad de ser algo más que un buen quarterback. Otros en sus mismas circunstancias dan un paso adelante, cargan con el equipo y juegan hasta febrero. No es un problema de condiciones, que las tiene, sino de mentalidad. Creo que hay un poco de ambas cosas pero también estoy seguro de que cada playoffs que los Ravens disputan están un poco más cerca de conseguir, de una vez, su gloria.



HOUSTON TEXANS. Solo el presente cuenta. Uno puede lamentarse eternamente por lo que pudo haber sido, por lo que pudo haber conseguido. Pero aun en inferioridad de condiciones algunos escogidos tienen el descaro de burlarse de su destino y logran lo imposible. Y ese imposible les otorga aún más gloria de la que jamás pudieron desear. Es así como los Texans deben mirar estos playoffs.

Los de Houston llegan a la post temporada en estado de shock. Perdieron a sus dos primeros quarterbacks y ahora están en las inexpertas manos de Taylor Jonathan Yates, un mariscal de campo drafteado en la posición 152 del Draft del pasado mes de abril. Es el momento de olvidar lo que durante estos meses han aprendido, ajustarse a la nueva situación y cambiar el plan. Es su única alternativa. Lo que era un potente sistema de ataque aéreo y terrestre deberá concentrarse en las carreras de Arian Foster y Ben Tate -una de las mejores duplas de la liga- y los pases a corta distancia. Quizá su eficacia anotadora se resienta pero la potencia defensiva no necesita de excesos en la ofensiva; los Texans únicamente han permitido una media de 17'4 puntos por partido. Esa es la mágica cifra que la unidad ofensiva debe de tener en mente y dejar el trabajo sucio a los Cushing, Barwin, Allen o Joseph.

La duda es si sabrán mostrar fortaleza de espíritu. Nuestra mente es capaz de llevarnos hasta el límite, incluso más allá o rendirnos a las primeras de cambio. El rush final de la regular season no presagia nada bueno. Su ajustadísima victoria ante los Bengals y sus tres derrotas encadenadas frente a Panthers, Colts y Titans harían saltar las alarmas en cualquier staff técnico. ¿Recurrir a Jake Delhomme?. Nunca el destino de un equipo dependió tanto del grado de confianza en las propias fuerzas que Gary Kubiak sea capaz de infundir entre los suyos. Se necesita algo más que un buen speech pre-partido.



NEW ORLEANS SAINTS. Más allá de batir récords históricos de la NFL, la temporada regular que los Saints han realizado solo cabe calificarla como de impresionante. Afirma el dicho que "lo importante no es llegar, sino mantenerse" y esa es la clave que diferencia a los grandes equipos de las dinastías. En pocos años los Saints han pasado de ser una pachanga de amigos solo pendientes de cuando hacían las maletas y cambiaban la húmeda Nueva Orleans por climas más benignos frente al Pacífico, a un equipo que con todo merecimiento conquistó la XLIV edición de la Super Bowl en Florida. Pero la mayor noticia que en Louisiana podían tener es que, a pesar del triunfo, no tomaron eso como la cumbre de sus aspiraciones sino el punto de partido sobre el que construir un sueño.

Las dos principales bazas en ataque de los Saints son, por un lado su imprevisibilidad y, por otra, su contundencia. La combinación del juego terrestre y aéreo mantienen esa incertidumbre defensiva imprescindible para socavar la resistencia de cualquier defensa que se precie. No están entre los mejores pero, en ese cometido, tanto Darren Sproles como Mark Ingram y Pierre Thomas han cubierto el objetivo haciendo de los Saints el sexto equipo con mayor número de yardas de carrera. Los fuegos artificiales han llegado con el ataque aéreo. Drew Brees está viviendo su mejor momento de su vida deportiva. Cualquier receptor, esté donde esté, aún con simple o doble cobertura, es susceptible de recibir uno de sus milimétricos envíos. Más de 5,300 yardas y 46 touchdowns atestiguan no solo la efectividad sino la amplitud del cuerpo de receptores: Colston, Henderson, Meachem, Moore o un sobresaliente Jimmy Graham suficiente pólvora como para provocar un incendio. En defensa, la progresión de la escuadra ha sido claramente positiva en lo que al cierre de espacios frente a la carrera se refiere. Quizá el único "pero" habría que ponerlo cuando uno considera la cobertura ante el juego aéreo rival pero, como en el caso de Patriots, Packers o Giants, no les importa tanto encajar puntos sabiendo que en un duelo de resistencia anotadora, existen pocas franquicias capaces de desafiarles.

Tras la debacle de los anteriores playoffs, nadie les volverá a pillar en un renuncio, ningún miembro del vestuario relajará un solo músculo. Imposible. Los Saints no están hechos para fracasar una segunda vez. En New Orleans aparecen hoy como uno de los miembros más distinguidos en la imposible empresa de plantarle cara a los Packers. Un duelo a muerte entre los queseros y los santos es el sueño callado de no pocos fanáticos de este deporte. Incluso son muchos los que, pese al resultado de sus enfrentamientos directos más recientes, pronostican que los Saints saldrían airosos del envite. Falta tanto para eso y, a la vez, está tan cercano, que uno enloquece solo con pensarlo.

jueves, 5 de enero de 2012

El Próximo Campeón (III/IV)


Hace solo doce meses que, en una inspirada tarde de fútbol, los Seattle Seahawks -posiblemente uno de los peores equipos clasificados jamás para la post temporada-, se merendaron a los New Orleans Saints. Nadie, ni en la calurosa Louisiana, ni en el frío estado de Washington, han olvidado tan dura lección. Hoy echaremos un vistazo a esos equipos que sueñan con dar la campanada, con ser los nuevos Seahawks, con vivir para luchar un día más.



CINCINNATI BENGALS. Los equipos más débiles son los primeros en caer. El pase a la post temporada es su mayor premio y cuando el objetivo está cumplido, la relajación llega y ya es tremendamente difícil conseguir que el vestuario siga peleando por cada yardas. Con la simple clasificación para los playoffs, las defensas no se vuelven dominantes-salvo que lo fueran durante la regular season-, ni los ataques se transfiguran en lo que nunca fueron. Hasta aquí la teoría.

Los Bengals jugarán este enero convertidos en la cenicienta de la competición. Donde muchos ven mediocridad, yo descubro el trabajo que en pocos meses ha sido capaz de llevar a cabo Marvin Lewis. Lejos de aceptar como inevitable un sombrío futuro, más allá de escudarse con la excusa de la tierra quemada que en la huída dejaron tras de sí los Carson Palmer, Chad Ochocinco o T.O., Lewis y su equipo de colaboradores han hecho un trabajo excelente con toda su plantilla y particularmente en la adaptación al mundo profesional de su quarterback titular, Andy Dalton y de gente como A.J. Green en la recepción de pases.  Aún con todo, el juego de los de Cincinnati podría describirse perfectamente con lo que en el especializado ambiente de los gurús y analistas de la NFL en los que me muevo se califica como "un equipito apañadito". No destacan en nada, solo es destacable su defensa, novena en cuanto a yardas y puntos permitidos por partido. Registros tan modestos que explican por sí mismos este nivel inferior que actualmente muestra la AFC. Les han bastado unas pocas victorias para dejar en el camino a Titans, Jets, Chargers o Raiders, franquicias sobre el tapete mucho más poderosas. Así que todo apunta a que los Bengals estarán disfrutando de sus merecidas vacaciones en pocos días. Los Texans les pasarán por encima, por debajo, por los flancos, por lo civil y por lo militar.

Acabo de darme cuenta de que, substituyendo Bengals por Seahawks, estas líneas serían las mismas que todos publicamos el año pasado a estas alturas del calendario. No escarmentamos. No aprendemos. Nos resistimos a admitir que la NFL nos ofrece historias emocionantes, sorpresas que van más allá de toda lógica o razón. Pero si sucede lo inexplicable, me alegraré por ellos. Es tan fácil dejarse llevar por los sueños.



DETROIT LIONS. Cuando al inicio de temporada Mariano Tovar profetizó que los Lions llegarían a la post temporada, incluso que serían firmes candidatos a esta Super Bowl, confieso que temí tanto por su salud mental que no pude contener el impulso de llamarle. Es la diferencia entre los que nos limitamos a comentar la actualidad y aquellos que, con su saber y experiencia, son capaces de adelantarse a los acontecimientos.

Los Lions son un equipo estructurado en base a impresiones falsas, un engaño semejante al que vive cualquiera que, cruzando el peor de los desiertos, experimente la visión de una buena alucinación. Todos creemos que el ataque flaquea y que su defensa es dominante. Quizá sea porque de Matt Stafford se han esperado tantas cosas que cuando no sucede lo extraordinario, cualquier valoración desmerece la realidad. Pero el quarterback de Detroit ha demostrado que, con el permiso de sus lesiones, puede volar a gran altura justo al nivel que los Nate Burleson, Calvin Johnson, Brandon Pettigrew o Titus Young necesitan.En defensa sucede justo lo contrario. Los derribos de Stephen Tulloch, DeAndre Levy, los sacks de Cliff Avril o Kyle Vanden Bosch y las intercepciones de Chris Houston y Eric Wright, buenas actuaciones individuales, solo son los árboles que nos impiden ver un bosque defensivo de una endeblez demasiado evidente como para pasar tan desapercibida. Lo cierto es que durante toda la temporada, los Lions no han sabido parar adecuadamente ni el juego terrestre, ni el aéreo rival.

Detroit Lions son un equipo abonado al "momentum". En una situación de inspiración, son capaces de derrotar a quienes se crucen en su camino. En una de sus tardes han demostrado que son capaces de mirar a los ojos a los mismísimos Packers y combatir el fuego con fuego. Pero si el ataque duda o la defensa cede de forma inesperada, los de Detroit aún son un equipo demasiado vulnerable.



ATLANTA FALCONS. Urgencias históricas. Bloqueos psicológicos. Los Falcons serán el equipo de playoffs sometido a un mayor miedo escénico. Desde aquella tremenda derrota a manos de los Green Bay Packers de la temporada anterior, en Atlanta han vivido prisioneros de aquella experiencia. Tal impacto tuvo aquel partido que sus efectos se han dejado sentir hasta el punto de socavar la autoestima de toda la franquicia. Fruto de todo ello, los inicios de temporada fueron erráticos. Empeñados en solventar sus partidos con demasiada precipitación y abuso del ataque aéreo, encajaron algunos reveses de importancia. Matt Ryan quedó en entredicho, Julio Jones asumió demasiada responsabilidad y Michael Turner pareció, durante varias semanas, un espectador más.

Pero llegó la redención y Mike Smith supo rectificar. A partir de ese momento, el juego de pase y carrera alcanzó el equilibrio buscado. Ryan empezó a servirse de Turner, Jones, White y del incombustible Tony Gonzalez. Diversificación ofensiva en estado puro. El equipo defensivo ha mejorado su eficiencia y aunque destacan en la protección contra el ataque terrestre, su agujero sigue siendo la defensa contra el pase, vigésima de la liga. En una división como la NFC, presidida por equipos con el potencial aéreo de Packers o Saints, eso es un grave problema.

Con todo, vuelvo al principio. Los Falcons han mostrado una gran irregularidad durante toda la temporada, sin olvidar que su último enfrentamiento contra los Saints fueron literalmente masacrados sin compasión. Es el momento en el que Smith debe saber que hasta la mayor amenaza puede ser utilizado en su favor. La base de cualquier triunfo que los de Atlanta puedan ser capaces de conseguir esta temporada pasa por encauzar el aspecto psicológico porque, como no me canso de repetir esta semana, los Playoffs ofrecen a cualquiera una posibilidad real de triunfo. Si saben encauzar tanto la amarga experiencia del año anterior frente a Packers y la humillación de hace apenas un par de semanas contra los Saints, pueden convertirse en un enemigo temible. Tienen cuanto necesitas: poder de pegada, una defensa creciente y un rol de maverick envidiable.

miércoles, 4 de enero de 2012

El Próximo Campeón (II/IV)


Como sospecháis, es seguro que esta breve serie de artículos sobre los equipos clasificados para los Playoffs 2012 no finalizará con el pronóstico de ningún hipotético ganador de la XLVI edición de la próxima Super Bowl; o quizá, sí. Pero no es menos cierto que de la lectura de mis comentarios, sagaces como sé que sois, podréis deducir qué escuadras son las que, a mi juicio, reúnen más ingredientes para afrontar con éxito esta colosal empresa. No os quedéis solo con mis impresiones; sacad vuestras propias conclusiones.



NEW YORK GIANTS. Confieso que hace solo escasas semanas que empecé a pensar en los New York Giants como uno de los equipos candidatos a la post temporada. Todos sabemos que tradicionalmente los azules han seguido la estrategia del globo, esto es, impresionantes al inicio de la regular season pero totalmente desinflados cuando llega diciembre. The Jings andan hoy concentrados en su preparación, seguros de sus fuerzas y confiados en la victoria. Y no es para menos.

Veo en estos Giants la fotocopia perfecta de aquel Big Blue Wrecking Crew que noqueó a los todopoderosos New England Patriots en la Super Bowl del 2008. Los chicos de la gran manzana conservan su cerebro en la figura del veterano head coach, un viejo zorro llamado Tom Coughlin. Su mayor mérito ha consistido en dar continuidad a su sistema substituyendo unas pocas piezas. Aunque él piense lo contrario, Eli Manning nunca pasará a la historia de la NFL por pertenecer a ese selecto grupo de quarterbacks de fantasía aunque es probable que, a poco que nos despistemos, finalice su carrera siendo uno de los más laureados conjuntamente con otro Qb de escaso reconocimiento público, Ben Roethlisberger. Bombo mediático a un lado, son muchas las franquicias que hoy entregarían su brazo derecho por contar con la fiabilidad del cada vez menos conocido por "hermano de Peyton". Ahmad Bradshaw substituyó a Brandon Jacobs pero rescatado éste del inevitable cambio generacional, los Giants cuentan ahora con un ataque terrestre de doble filo. Y allí donde la irresponsabilidad de Plaxico Burress puso en riesgo el poder del bigplay, los de New York han descubierto a una de las perlas negras de la temporada tras la figura de un agente libre no-drafteado, un tal Víctor Cruz quien, por méritos propios, ha acabado por desbancar no solo al lesionado Mario Manningham sino a todo un Hakeem Nicks como receptor preferente de Eli.

En silencio, a la callada, pero paso a paso, los Giants construyeron lo que acabó siendo un equipo de gloria. Se deshicieron de los Packers de Favre en aquella gélida noche, disolvieron la temporada perfecta de Tom Brady y ahora, vuelven a oír la llamada de la gloria. La historia amenaza con repetirse y si los Pierre-Paul, Justin Tuck, Osi Umenyiora y compañía mantienen su línea ascendente, los G-Men pueden estar a punto de dar una sonora campanada.



SAN FRANCISCO 49ERS. Es el equipo de todos... de todos los que nos metimos en esto hace ya más de treinta años. Constituyen el ejemplo perfecto, la máxima expresión de cómo un head coach con sentido común y mucho trabajo -algo de lo que carecen otras franquicias situadas más al sur de San Francisco y que no puede ser nombrada hasta que no cometan el merecido parricidio contra su head coach-, los resultados no necesitan de una reconstrucción ni larga, ni radical.

Jim Harbaugh ha sido capaz de recomponer los pedazos en los que Alex Smith se estaba -o le estaban- fragmentando. La operación Kaepernick, un nuevo salto al vacío, tan habitual por aquellos lares, ha quedado suspendida sine die. Más que eso, Jim ha dado al juego de los bay bombers un criterio y una consistencia que no se conocía en la bahía desde hacía décadas. De Michael Crabtree ya nadie espera que gane el partido solo con sus recepciones. El joven Kyle Williams puede participar en el juego sin la presión del "aquí y ahora". Las carreras de Frank Gore ya no son el recurso de emergencia al que recurrir a la desesperada. Se trata, en definitiva, de edificar un juego compensado y, por tanto, imprevisible. Y cuando el ataque entra en crisis, la defensa está ahí para mantener la distancia en el marcador. La defensiva de los 49ers ha mantenido al equipo en momentos importantes. Patrick Willis y Justin Smith forzando fumbles. Carlos Rogers, Tarell Brown y Dashon Goldson en la intercepción. Aldon Smith, Navorro Bowman y de nuevo Justin Smith, capturando al mariscal. Cuarta mejor defensa global, segunda a la hora de permitir puntos en contra -una increíble media de 14'3 pts/partido-, primera contra la carrera aunque decimosexta contra el pase -ojo al dato-. Un gran, gran trabajo de Vic Fangio.

Ahora nadie espera que los the red and gold sean la reproducción de aquellos niners que nos asombraron en su época. Sus aficionados han/hemos aprendido a esperar de sus jugadores lo que esta temporada han/hemos podido disfrutar: trabajo, equilibrio y resultados. Pero aunque ganar la NFC West no supone ningún aval viendo como están el resto de rivales divisionales, lo que los niners han sido capaces de construir esta temporada merece el justo reconocimiento de una post temporada. Y en este punto, aguardando en la ronda divisional, cualquier milagro es posible.



PITTSBURGH STEELERS. Si el acceso principal de Lambeau Field está presidido por la figura de Vince Lombardi, a la entrada del Heinz Field Stadium debería de instalarse algún tipo de reconocimiento al carácter indomable del equipo con mayor épica de este deporte. No puedo imaginar a ninguna escuadra con mayor capacidad de lucha, sufrimiento o creencia ciega en sus propias posibilidades. Nunca se dan por vencidos y jamás se arrugan ante las dificultades. De acuerdo que difícilmente lograrán la espectacularidad de otros equipos, pero de la misma forma hay que reconocer que lo que para otras franquicias representa un obstáculo infranqueable, para los de negro y oro solo significa un reto más que superar.

La temporada anterior lograron su clasificación para los playoffs a pesar de la sanción de cuatro partidos impuesta a su quarterback titular y estuvieron a un solo drive de dar la vuelta a la Super Bowl. Este año, con un Roethlisberger renqueante, han alcanzado la post temporada y ahora, sin uno de los mejores running backs de la liga, Rashard Mendenhall, se aprestan a librar una nueva guerra. Cada vez que dejan ir a alguno de sus consagrados receptores cometo el error de pensar que les será imposible cubrir el vacío de calidad que éste deja y, de nuevo consiguen lo imposible. En defensa quizá no luzcan esa terrible steel curtain que marcó una dinastía en los setenta pero, temporada tras temporada, encabezan la mayoría de clasificaciones defensivas. Y eso es algo que no se logra más que con un muy duro trabajo.

No sé si quedarán apeados de estos playoffs a las primeras de cambio o serán capaces de repetir aquello a lo que nos han mal acostumbrado. Solo puedo pensar que, en cualquier caso, con los Steelers sobre el terreno de juego, cada drive se convierte en una lucha sin límites, en un viaje a la esencia de este deporte. En Pittsburgh viven y mueren por y para el fútbol. Nunca fueron, ni serán, un equipo más. No les olvides, amigo.

martes, 3 de enero de 2012

El Próximo Campeón (I/IV)

Doce son los candidatos que cada año se clasifican para jugar la post temporada y decidir cual de ellos será el siguiente campeón. Ahora es cuando viviremos lo mejor del año, con duelos fraticidas donde el ganador sigue adelante para luchar un día más mientras que el perdedor hace las maletas y se va de vacaciones. Mi mejor recomendación es que borréis de vuestra mente todo lo ocurrido durante la regular season. Incluso los considerados como "más débiles" tienen posibilidades reales de levantar el Vince Lombardi. Esto son los Playoffs de la NFL y cualquier cosa es posible!.


GREEN BAY PACKERS. Aparecen como los claros favoritos de la NFC. Su poder de pegada durante toda la temporada ha sido francamente impresionante; más que eso, aterrador para cuantos rivales se han cruzado en su camino. En ataque, los Packers son un mecanismo tan bien engrasado que su rendimiento no disminuye ni un ápice cuando Mike McCarthy aprovecha la última jornada para dar descanso a Aaron Rodgers y foguear a Matt Flynn.

Pero los queseros no lo tendrán nada fácil. Ya pronostiqué en agosto que los Packers no ganarían esta Super Bowl. Admito que fue pura intuición, sin ninguna base más que la que ahora me transmite esa extrema endeblez defensiva. Pero esa fragilidad es un tanto engañosa. Los de Green Bay nos obligan a aprender de nuevo lo que es leer datos estadísticos descubriendo que, por encima del total de yardas encajadas en defensa, la principal bara de medir reside en la media de puntos/partido permitidos. En efecto, al fin y a la postre, ¿cual es el objetivo de una defensa, no encajar yardas o puntos?. La realidad nos muestra que con semejante quarterback y ese estratosférico cuerpo de receptores, uno puede llegar a la Luna. Y salvo que estemos ante una de esas sorpresas, tan habituales en playoffs, hoy no existe en la NFC una defensa con suficiente capacidad como para anular tan poderosa ofensiva. Los mejores equipos defensivos se localizan en la AFC: Steelers, Texans y Ravens por este orden, encabezan el ránking de "mejor defensa" y "defensa contra el pase", con la sola intromisión de los Cleveland Browns.

Así que cualquier analista os diría que los Packers deberían de ser el equipo por quien apostar todo nuestro dinero. Pero aunque todos sabemos que las estadísticas sólo reflejan el pasado pero son totalmente inútiles para predecir el futuro, otro dato no menos importante es saber que desde el 2004, ningún equipo consigue renovar su título de forma consecutiva. Y rizando el rizo, en los últimos diez años, sólo los New England Patriots en el 2003 fueron campeones tras ser el mejor equipo de toda la liga durante la temporada regular:



Ocurra lo que ocurra en los playoffs 2012, seguiré pensando que, de una forma u otra, el equipo renuncia a un lujo que no debería permitirse. En algunas ciudades de la NFL, la búsqueda del equipo perfecto no es una quimera sino, casi, una obligación.



NEW ENGLAND PATRIOTS. El caso de los Pats se asemeja tremendamente a lo escrito para los Packers. Los grandes equipos parecen abonados a priorizar el poderío de ataque y a ignorar la importancia de las conocidas como "defensas dominantes". Parece que a Bill no le preocupa lo más mínimo que los Patriotas de Boston ocupen la décimoquinta posición tras equipos como Chiefs, Jaguars, Bengals, Seahawks o Dolphins. En New England piensan que los partidos y los campeonatos se ganan anotando más que el rival. No es una mala filosofía, de hecho es tan correcta como su contraria: las defensas ganan campeonatos. En el eterno dilema entre atacar, defender o buscar un término medio, no me gusta que la ecuación se resuelva sólo despejando el factor resultado: si se gana, el sistema es bueno, si se pierde, no.

Año a año, Belichick redefine sus conceptos de ataque. Desde hace casi una década y sobre la base de un quarterback estelar, la ofensiva ha ido basculando entre el ataque terrestre, el receptor decisivo, el desarrollo de un enjambre de receptores o el uso doble de los tight ends. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, el sistema parece entrar en una fase descendente, un apagado casi impercentible pero progresivo para el que Bill parece no hallar remedio. No es un fin de ciclo, ni siquiera el principio del fin. Quizá solo la necesidad creciente de lo que debería ser una revolución en el roster de los Patrios, la enésima en las manos del head coach de Nashville. Uno puede cerrar los ojos, limitarse a la simple observación de la clasificación y pensar que todo va bien. Yo no soy de ese grupo; los problemas deben atajarse antes de que cobren demasiada importancia.

Creo que estamos ante una de esas temporadas en las que el pase a la Super Bowl será, a priori, mucho más asequible para los Patriots. Sus rivales directos aparecen como equipos de menor entidad o dramáticamente diezmados. Una hipotética final de Conferencia frente a unos Texans que algunos intentan meter en una quarterback controversy, o ante unos Steelers que, con un quarterback renqueante, acaban de perder a Rashard Mendenhall para el resto de temporada, incluso contra unos Ravens que, a estas alturas del año nunca han sido contendientes del todo fiables, pueden allanar el tránsito de los Belichick's Boys hasta Indianapolis.



DENVER BRONCOS. Cuando los Oakland Raiders rindieron sus armas frente al equipo que no debe ser nombrado hasta que no cometan el merecido parricidio contra su head coach, pensé que la cabeza de Tebow acababa de situarse bajo la conocida espada de Damocles. La mejor notícia para el quarterback de Makati hubiera sido la eliminación de los de Denver.

Hay una verdad incuestionable. El Tebow's Time ha acabado, la Tebow's Magic ha desaparecido. El Tebow's Atack ha sido borrado de un plumazo de la NFL. Como históricamente ha sucedido en la liga, a cada acción corresponde una reacción. Las defensas acaban por retirar ese ataque wildcat que tanto les llevó de cabeza y el juego terrestre solo tiene credibilidad si uno cuenta con un juego aéreo capaz de sembrar la duda. En las últimas semanas, Patriots, Bills y Chiefs han mostrado el camino al resto: manteniendo a Tebow dentro de su pocket y forzándole al juego de pase (50'0, 44'8 y 27'3 en porcentaje de pases completos, 4 intercepciones), los de Denver acaban por ahogarse en su propia sangre.

Sería ventajista si esperara a la eliminación de los Broncos para escribir esto, pero creo que uno debe ser honrado, decir lo que piensa y rectificar si se equivoca así que, ahí va. Para los de Denver, la vuelta a los playoffs tras seis años de penosa sequía, es un éxito indudable que debe reforzar en el cargo a John Fox. Él ha sabido tomar una decisión -buena o mala, eso siempre será motivo de discusión-, asumir una nueva situación y adaptar el equipo a sus posibilidades. Fox ha liderado un cambio traumático, ha sabido calibrar la naturaleza de su potencial y ha tenido los bemoles y el acierto de cambiar el plan. Mi reconocimiento y respeto, míster Fox.

Pero aún recordando el ejemplo que los Seahawks nos dieron la temporada anterior, cualquier apuesta que no contemple una abultada derrota de los Broncos a manos de los Steelers -aún a pesar de las bajas-, será pagada a precio de oro en todas las Casas de Apuestas. Y de la contundencia de esa eliminación depende, en gran parte, la continuidad de Tebow como quarterback en la ciudad de las Rocosas. Si los Broncos son capaces de llevar el enfrentamiento a su terreno (baja anotación, buena defensa) y mantienen el choque dentro del Tebow's Range, Timmy no solo mantendrá sino que fortalecerá su #15 en Mile High. Por el contrario, si las previsiones se cumplen y la derrota es de esas que hacen daño de verdad, John Elway debería de plantearse lo que en realidad han construído: un equipo peleón, eficaz en defensa pero con un ataque tan limitado que solo triunfa en la emboscada. Un futuro demasiado pequeño para una franquicia como Denver.