Durante toda la semana he estado convencido de que si los Ravens querían jugar el próximo cinco de febrero, necesitarían algo más que una defensa dominante y ese juego de carrera, bazas que -por otra parte y siendo sinceros-, tampoco han rendido en estos playoffs al mismo nivel que durante la temporada regular. Día sí, día también he pensado que la clave del triunfo de los de Baltimore tenía que pasar por Joe Flacco, ese quarterback gris, limitado en su juego por su propio coach y aparentemente carente de cualquier espíritu combativo. Si John Harbaugh era capaz de sorprender a Belichick con su juego de pase, tendrían la victoria en el bolsillo. Ningún guión contemplaba semejante circunstancia.
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lunes, 23 de enero de 2012
El destino como profeta
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lunes, 16 de enero de 2012
De las trincheras al cielo
En las trincheras no hay compasión, ni margen para la vacilación. En las trincheras, cada yarda es tomada al asalto o defendida hasta la aniquilación. No es un juego vistoso. Tampoco el tipo de football al que nos han acostumbrado en los últimos tiempos. En las trincheras se ganan los partidos por fuerza bruta, empuje, casta, tenacidad y coraje. Puede que incluso para alguno sea un estilo aburrido, soporífero, demasiado espeso como para ser digerido.
Les llamo "partidos de repetición" porque lo más apasionante se esconde tras alguna de esas magníficas repeticiones, a cámara lenta y recreándose en la suerte, que la realización televisiva nos ofrece descubriéndonos todos esos secretos. Sin ellas nos perderíamos el ochenta por ciento de lo que sucede sobre el césped. Habituados a centrar nuestra atención en esos brillantes quarterbacks y receptores, capaces de proyectar y atrapar el balón a decenas de yardas de distancia. Y llevados por la adrenalina de lo instantáneo olvidamos echar una mirada a esa línea imaginaria que, separando ambas escuadras, atraviesa transversalmente el terreno de juego. Línea de scrimmage la llaman por no referirse a ella como "trinchera de sangre y fuego". Hablemos de ellas.
Durante la regular season, los Houston Texans fueron la segunda mejor escuadra en defensa, los Baltimore Ravens, la tercera. Contra el pase, los de Texas consiguieron la tercera posición mientras que los de Maryland se hacían con la cuarta plaza. Por si fuera poco, los locales se distinguieron por ser los segundos mejores defensores frente a la carrera; los visitantes ocuparon la cuarta posición. Así que uno no tenía que ser necesariamente un gurú del football para suponer que, una vez desplegadas las formaciones y parapetadas en sus posiciones, lo único razonable era esperar que el partido se resolvería, bien por alguna genialidad, bien por algún detalle imprevisto.
Y sucedió nada y un poco de todo. Los Texans condujeron su destino de forma titubeante. Watt demostró nuevamente ser uno de los baluartes que Wade Phillips ha levantado este año, apuntalado por un Danieal Manning que cierra la temporada en clara progresión. Arian Foster hará las maletas en el convencimiento de que podía haber causado mayores estragos si desde la banda no hubieran forzado a un rookie, casi sin experiencia y con mucho que aprender, a lanzar, lanzar y seguir lanzando pese a los síntomas claros que Yates emitía al no poder asumir tantos desafíos. Los Ravens ejecutaron un plan de juego extremadamente rígido pero suficiente como para imponerse a sus rivales. Aprovecharon un par de turnovers para anotar dos touchdowns, poner tierra de por medio, conservar la ventaja en el marcador y reducir el partido a su mínima expresión, de vuelta a la trinchera. Ray Rice y Ricky Williams apenas superaron la línea defensiva contraria. Anquan Boldin halló, entre el desierto de recepciones que atravesó durante la tarde de ayer, su particular oasis en forma de único touchdown. Mientras en defensa brillaban con luz propia las dos intercepciones de Lardarius Webb, el trabajo del indomable Ray Lewis y un sobresaliente Ed Reed. ¿Y su quarterback?. Joe Flacco es un mariscal de campo a la defensiva y retraído. Un líder atrapado en una especie de contención obligada que, desde la banda exige de él un juego de riesgos mínimos y muy calculados. Es asumir un perfil bajo y pasar lo más desapercibido posible.
El cielo nunca estuvo tan próximo en Lambeau Field pero, esta vez, no para los locales. Durante muchas semanas vivieron en una ficción, en una irrealidad que acabó por desplomarse sobre sus cabezas y en el debate de concepciones de juego que planteé la semana pasada, una muesca más se añadió en la empuñadura de mi pistola. Los más apasionados esperaban ver al peor Eli Manning, porque en ocasiones, es más fácil caer en el error de pensar que la suerte de un partido depende solo de lo que un quarterback pueda o no pueda hacer. El partido de ayer debería enseñarnos que, para lo bueno o lo malo, la valía de un quarterback -o por extensión, de cualquier jugador- no puede ni debe medirse en base a un solo encuentro y que, los éxitos de un mariscal de campo dependen de algún factor más que de su habilidad de pase. Apuntemos algunos: permeabilidad de su línea ofensiva para darle el tiempo y la tranquilidad suficiente para buscar el receptor más adecuado, habilidad del receptor en el desmarque y la recepción del envío, potencia del pass rush rival en capturarle, buen juicio en la selección del playcall. Y sin quitar ningún mérito a nadie, algunos de estos factores jugaron en contra de los locales.
Eran los Packers, invencibles, en una de sus temporadas más victoriosas. Bastaba con un ataque descomunal y una defensa que permitía más yardas que nadie pero menos puntos que la mayoría para cumplir el trámite de Indianapolis y disfrutar del retorno de Vince Lombardi a su cuna. Nadie iba a permitir que estos Giants de los 2008 repitieran el resultado conseguido ante Favre, figura a quien culpar de todos los males, en una especie de venganza sorda y prolongada que les atrapa desde hace más de cuatro años. Eso ya no era posible. No pasaría. Y acertaron en el pronóstico: fueron superados, no por un único field goal, sino en prácticamente cada faceta del juego. La offensive line de los Giants no permitió que su quarterback oliera a los Pickett, Wilson, Raji, Bishop, Zombo, Hawk, Peprah o Matthews mientras que en el lado contrario los Boley, Rolle, Grant, Webster, Pierre-Paul o Umenyiora se convertían en un serio problema. Tanto cambiaron los planes locales que, suprimido el juego de pase (ningún receptor local superó las 46 yardas totales), los de Green Bay tuvieron que recurrir a las carreras de Ryan Grant y John Kuhn, tan deshabituados en estas lides que ambos registraron un fumble por cabeza. Los de la Gran Manzana, con su defensa creciente, simplemente desactivaron el ataque quesero, les sacaron a empujones fuera de sus esquemas y les obligaron a jugar con las facetas del juego que ellos mismos habían preferido olvidar durante toda la temporada: carrera y defensa. Y en este punto, Tom Coughlin no solo había ganado la batalla de The Frozen Thundra sino que, en el envite, dió toda una lección a Mike McCarthy.
Ahora podemos pensar que Aaron Rodgers no tuvo su día, que falló en exceso, que se precipitó o que sus receptores dejaron caer balones que habitualmente hubieran sumado un buen número de yardas de pase. Podemos seguir mirando hacia nuestra realidad, pensando que basta con un ataque monstruoso para ganar el campeonato de la NFL, buscar un par de excusas más y seguir adelante. Yo preferiría que los responsables no volvieran a caer en el pecado del orgullo y la soberbia, que les llevó a pensar que enmascarando la realidad uno puede presentar los hechos como no son. Quisiera que alguien en Green Bay repasara, no sólo este decisivo partido, sino los errores en la concepción del juego que cometieron hace meses y que, estúpidamente les llevaron a renunciar al juego de carrera y a una defensa, no ya dominante, sino pensada para acumular algo más que victorias durante la regular season. Porque la derrota debe ser el mejor de los maestros si sabemos asumirla como debemos.
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miércoles, 11 de enero de 2012
viernes, 6 de enero de 2012
El Próximo Campeón (IV/IV)
Soy el primero en pensar que en un playoff cualquier equipo clasificado tiene posibilidades de llevarse el Vince Lombardi. Pero la otra parte de la verdad es que no todos parten con las mismas probabilidades. No ser uno de los finalistas para Saints, Packers, Patriots o Steelers supondría considerar la temporada como un fracaso. En un segundo nivel, Ravens, Falcons, Texans y Giants asumirían de mala gana el resultado, pero podrían considerar el año como aceptable. Y finalmente, Broncos, Bengals, Lions y 49ers, aplicando un punto de realismo, deben de interpretar estos playoffs como un primer paso en el largo camino hacia el Olimpo. Así es que, al final, cada uno debe sacar sus propias conclusiones de la post temporada, muchas veces es mas preocupante para un equipo no acceder a la Super Bowl que para otro quedar apeado a las primeras de cambio.
BALTIMORE RAVENS. Si existe un equipo que en estos playoffs puede devolver la vigencia de la hastiante frase "los ataques ganan partidos, las defensas campeonatos", estaremos hablando, sin duda, de los Baltimore Ravens. La tercera mejor defensa de la liga, cuarta contra el pase, segunda frente a la carrera garantizan dolor y sufrimiento a cualquier franquicia que pretenda superarles. Terrell Suggs se ha especializado en la caza del quarterback rival, mientras que Lardarius Webb y Ed Reed amenazan constantemente con destruir el pase largo. Veo en la unidad defensiva de los Ravens a unos asesinos recién salidos del correccional y con muchas ganas de venganza. Su ataque es igualmente demoledor. Ray Rice está en una de sus mejores temporadas, encontrando gaps o fabricando sus propias rutas. Velocidad y potencia combinadas allanan el camino hacia las 1,360 yardas y 12 touchdowns. Y en el juego de fantasía, Anquan Boldin y Torrey Smith se muestran algo más endebles pero igualmente amenazadores.
Los Ravens aparecen como un equipo sólido, sin lagunas, carencias, agujeros o, ni siquiera, grietas apreciables a simple vista. El modelo de lo que es un equipo balanceado que ha hecho de su equilibrio una marca de distinción. Ataques temibles y defensas infranqueables, la aspiración de cualquier head coach. Así las cosas, ¿cual es la razón por la que no hayamos visto a los Ravens levantar más trofeos Vince Lombardi?.
Algunos piensan que el nivel de su división y de la Conferencia es tan exigente que el acceso a la Super Bowl está vedado. En algún momento de la post temporada hay que convertir una buena temporada en algo épico y superar a Patriots o Steelers. Otros desconfían del aplomo de Joe Flacco, un quarterback que flaquea en los momentos en los que un mariscal de campo no puede esperar a ser el elegido, sino que debe de liderar y asumir su propio destino. Es lo que el capitán del Enterprise, James Tiberius Kirk describiría como marcar la diferencia. Lo cierto es que Flacco parece olvidar que, cada vez que sale de un estadio con la cabeza baja tras quedar fuera de la competición, ha dejado escapar un nueva oportunidad de ser algo más que un buen quarterback. Otros en sus mismas circunstancias dan un paso adelante, cargan con el equipo y juegan hasta febrero. No es un problema de condiciones, que las tiene, sino de mentalidad. Creo que hay un poco de ambas cosas pero también estoy seguro de que cada playoffs que los Ravens disputan están un poco más cerca de conseguir, de una vez, su gloria.
HOUSTON TEXANS. Solo el presente cuenta. Uno puede lamentarse eternamente por lo que pudo haber sido, por lo que pudo haber conseguido. Pero aun en inferioridad de condiciones algunos escogidos tienen el descaro de burlarse de su destino y logran lo imposible. Y ese imposible les otorga aún más gloria de la que jamás pudieron desear. Es así como los Texans deben mirar estos playoffs.
Los de Houston llegan a la post temporada en estado de shock. Perdieron a sus dos primeros quarterbacks y ahora están en las inexpertas manos de Taylor Jonathan Yates, un mariscal de campo drafteado en la posición 152 del Draft del pasado mes de abril. Es el momento de olvidar lo que durante estos meses han aprendido, ajustarse a la nueva situación y cambiar el plan. Es su única alternativa. Lo que era un potente sistema de ataque aéreo y terrestre deberá concentrarse en las carreras de Arian Foster y Ben Tate -una de las mejores duplas de la liga- y los pases a corta distancia. Quizá su eficacia anotadora se resienta pero la potencia defensiva no necesita de excesos en la ofensiva; los Texans únicamente han permitido una media de 17'4 puntos por partido. Esa es la mágica cifra que la unidad ofensiva debe de tener en mente y dejar el trabajo sucio a los Cushing, Barwin, Allen o Joseph.
La duda es si sabrán mostrar fortaleza de espíritu. Nuestra mente es capaz de llevarnos hasta el límite, incluso más allá o rendirnos a las primeras de cambio. El rush final de la regular season no presagia nada bueno. Su ajustadísima victoria ante los Bengals y sus tres derrotas encadenadas frente a Panthers, Colts y Titans harían saltar las alarmas en cualquier staff técnico. ¿Recurrir a Jake Delhomme?. Nunca el destino de un equipo dependió tanto del grado de confianza en las propias fuerzas que Gary Kubiak sea capaz de infundir entre los suyos. Se necesita algo más que un buen speech pre-partido.
NEW ORLEANS SAINTS. Más allá de batir récords históricos de la NFL, la temporada regular que los Saints han realizado solo cabe calificarla como de impresionante. Afirma el dicho que "lo importante no es llegar, sino mantenerse" y esa es la clave que diferencia a los grandes equipos de las dinastías. En pocos años los Saints han pasado de ser una pachanga de amigos solo pendientes de cuando hacían las maletas y cambiaban la húmeda Nueva Orleans por climas más benignos frente al Pacífico, a un equipo que con todo merecimiento conquistó la XLIV edición de la Super Bowl en Florida. Pero la mayor noticia que en Louisiana podían tener es que, a pesar del triunfo, no tomaron eso como la cumbre de sus aspiraciones sino el punto de partido sobre el que construir un sueño.
Las dos principales bazas en ataque de los Saints son, por un lado su imprevisibilidad y, por otra, su contundencia. La combinación del juego terrestre y aéreo mantienen esa incertidumbre defensiva imprescindible para socavar la resistencia de cualquier defensa que se precie. No están entre los mejores pero, en ese cometido, tanto Darren Sproles como Mark Ingram y Pierre Thomas han cubierto el objetivo haciendo de los Saints el sexto equipo con mayor número de yardas de carrera. Los fuegos artificiales han llegado con el ataque aéreo. Drew Brees está viviendo su mejor momento de su vida deportiva. Cualquier receptor, esté donde esté, aún con simple o doble cobertura, es susceptible de recibir uno de sus milimétricos envíos. Más de 5,300 yardas y 46 touchdowns atestiguan no solo la efectividad sino la amplitud del cuerpo de receptores: Colston, Henderson, Meachem, Moore o un sobresaliente Jimmy Graham suficiente pólvora como para provocar un incendio. En defensa, la progresión de la escuadra ha sido claramente positiva en lo que al cierre de espacios frente a la carrera se refiere. Quizá el único "pero" habría que ponerlo cuando uno considera la cobertura ante el juego aéreo rival pero, como en el caso de Patriots, Packers o Giants, no les importa tanto encajar puntos sabiendo que en un duelo de resistencia anotadora, existen pocas franquicias capaces de desafiarles.
Tras la debacle de los anteriores playoffs, nadie les volverá a pillar en un renuncio, ningún miembro del vestuario relajará un solo músculo. Imposible. Los Saints no están hechos para fracasar una segunda vez. En New Orleans aparecen hoy como uno de los miembros más distinguidos en la imposible empresa de plantarle cara a los Packers. Un duelo a muerte entre los queseros y los santos es el sueño callado de no pocos fanáticos de este deporte. Incluso son muchos los que, pese al resultado de sus enfrentamientos directos más recientes, pronostican que los Saints saldrían airosos del envite. Falta tanto para eso y, a la vez, está tan cercano, que uno enloquece solo con pensarlo.
lunes, 15 de agosto de 2011
Tres pájaros vuelan sobre Indiana
Siguiendo la costumbre que establecí el pasado agosto, abro la puerta de Illegal Return a la colaboración con otros blogueros. Es un placer presentaros el artículo de Pablo, responsable del mantenimiento de 2 blogs. Sus amores se dividen entre el fútbol americano y la NASCAR (ganará Oriol Servià de una puñetera vez?) y se dedica a ello con entusiasmo a través de Sports Made in USA y The Commander in Chiefs en una tarea que se me antoja ardua. Esta temporada he preferido plantear una cuestión: "Tres posibles ganadores de la Super Bowl". Pablo, muchas gracias!.
martes, 11 de enero de 2011
Las sorpresas nunca fueron esperadas: Wildcard
Supongo que a estas alturas del martes ya habréis leído toda clase de análisis que sobre lo acaecido este fin de semana en los enfrentamientos de wildcard. Además, un inoportuno catarro me ha postrado en el lecho del dolor, dejando mi cuerpo como si acabara de boxear con el mismísimo Tyson. Aún con todo, dejadme que añada mi particular visión de lo sucedido. No tanto una descripción pormenorizada de los partidos, sino un resumen de las impresiones que estos me han despertado.
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jueves, 19 de agosto de 2010
Carpe Diem: Joe Flacco [QB's 2010]
Un amigo -de quien me estoy planteando seriamente la posibilidad de degradarlo simplemente a "conocido"-, me sugirió un título para este post que hubiera venido al pelo sino fuera porque Joe Flacco es uno de los valores a los que habrá que prestar atención las próximas temporadas, agarraos: "A perro Flacco, todo son pulgas". En lugar de eso prefiero escribir acerca de la increíble levedad del ser (no os asustéis) y de como las enseñanzas de los clásicos son, hoy más que nunca, ideas con total vigencia: Carpe Diem!, vive el momento porque el tiempo pasa demasiado deprisa!!!!. Y así es en el caso de Joe Flacco quien, tres años atrás, aún lanzaba melones para la Universidad de Delaware!!!!.
sábado, 12 de junio de 2010
Filias y fobias
Es curioso lo que me ocurre con la NFL. Al contrario de lo que es para mi el deporte en Europa, lleno de una pasion que en ocasiones puede rozar lo irracional, me gusta el deporte americano porque se presenta ante mi descargado de cualquier connotacion partidista. Ya se que basta solo con adentrarse por los dificiles entresijos de cualquier disciplina norteamerica para darse cuenta de que esto solo es una vision propia de quien desconoce los intringulis de las diferentes ligas que alli se disputan y que cualquier nivel de estupidez -perdon, quise decir rivalidad-, existente entre dos equipos europeos es igualmente presente -cuando no superado- en la patria de las barras y estrellas. Pero lo cierto es que disfruto de la NBA simpatizando por varios equipos sin que ello me produzca ningun tipo de alergia. Fanatico de los Celtics, me gusta seguir -por diferentes motivos demasiado largo de explicar- a los New York Knicks, los Cavaliers y los Indiana Pacers.
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