lunes, 21 de noviembre de 2011

El día de San Crispín

El pasado sábado fue la vigília de San Crispín. Este dato dejará fríos a aquellos que no han tenido aún el placer de leer "Enrique V" de Shakespeare. Pero para aquellos que hayan disfrutado con la obra del genial escritor inglés, no habrán evitado sentir un escalofrío por todo su cuerpo. En las horas previas a la batalla de Azincourt, es el propio Enrique quien, por la pluma de William, motiva a sus soldados con semejante arenga.



Tanto en mi etapa como jugador aficionado de baloncesto como posteriormente como preparador de jóvenes ajedrecistas, siempre me ha interesado el valor de una buena preparación psicológica. Especialmente el aprovechamiento de los triunfos para mejorar al equipo. En la derrota, los jugadores son más proclives a asimilar cualquier cambio táctico que se les plantee. Pero en la victoria, la mayoría acostumbra a mostrarse más reacios a cambiar hasta los cordones de los zapatos; "¿para qué vamos a hacer eso?, estamos ganando, todo va bien!".

A estas alturas de la competición, la igualdad de fuerzas sobrevuela la mayoría de estadios. Muchos de los partidos de esta onceava jornada se han decidido en los últimos minutos, algunos de ellos incluso en el extra time. Los Broncos superaron a los Jets en el último suspiro y gracias al inefable fullback. Los Green Bay Packers sufrieron sangre, sudor y lágrimas para superar a Tampa Bay. Dani Hidalgo casi es víctima de un ataque cardíaco al ver como sus Redskins estuvieron a punto de dar la sorpresa ante los Cowboys. Pese a la baja de Vick -o quizá, gracias a ella-, los Eagles dieron buena cuenta de unos Giants que, cumpliendo con su particular tradición, pierden fuelle a medida que se acerca el final de la regular season. Gabbert no pudo completar ese último pase en la End Zone que le habría dado la victoria frente a los Browns. En Minnesota les faltó un postrero arreón para derrotar a los Raiders; lo mismo les sucedió al binomio Hasselbeck-Locker tras sobreponerse a un 3-20. Y aún no tengo claro si los Cincinnati Bengals perdieron frente a los Ravens o no les dejaron ganar.


En el ejército de Enrique V, en los Miami Dolphins de Sparano, en la empresa o en casa, los colectivos que consiguen aunar esfuerzos -y mucho más allá, hermanarse-, acostumbran a ser los que más lejos llegan. Y en este empeño, la figura del comandante, del head coach, del gerente o del pater familias, tiene una importancia primordial. Conseguir que todos vuelquen sus almas sin escatimar esfuerzos -incluso con sacrificios personales-, es la clave del éxito. Y en la NFL, vale su precio en oro aquel entrenador capaz de reunir bajo una misma idea a toda una serie de jóvenes, inmaduros, famosos y, en algún caso, indecentemente pagados.

Me pregunto cuantos head coach sabrán darle a estas victorias in extremis el uso correcto. En la forja de la competición, los árboles pueden no dejar ver el bosque. El HC cortoplacista se contentará con revisar la clasificación y sentirse satisfecho de su último triunfo. Pasar página y buscar al próximo rival. El buen HC pensará que la victoria puede utilizarse para progresar. Las próximas semanas resolverán este interrogante.

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