En estas últimas semanas se ha hablado mucho del caso Roethlisberger y la sanción por 6 partidos que tendrá que enfrentar el QB de los Steelers por una acusación que la justícia no tomó en cuenta. Sospecho que bastante menos espacio ocuparán las notícias relacionadas con las acusaciones y/o suspensiones que otros profesionales, en activo o retirados, afrontarán durante el futuro cercano. Así, a LenDale White, RB de los Seattle Seahawks, le han caído 4 partidos de suspensión por ser consumidor habitual de tequila y marihuana. Vincent Jackson, WR de los San Diego Chargers, ha tenido mejor suerte: solo 3 partidos de suspensión por haber conducido bajo los efectos del alcohol, más si tenemos en cuenta que actualmente aún se encontraba en situación de libertad condicional por una condena judicial, por el mismo motivo, en el año 2006. Incluso hasta el mítico Lawrence Taylor, ya retirado y confeso adicto a la cocaína durante su etapa de jugador, con una plaza en el Hall of Fame, ha sido acusado de prostitución y abuso sexual en tercer grado.
Pero de entre toda la lista de faltas, percances, accidentes, adicciones, perversiones o incluso delitos con o sin condenas judiciales que salpican con fruición el mundo del fútbol profesional americano, sin duda alguna mi ídolo es el maravilloso, único e irrepetible Plaxico Burress.
Y la verdad es que el ex WR de los New York Giants no es la clásica historia de una gran estrella venida a menos. Cierto es que sus detractores siempre lo consideraron el típico caso de un ego demasiado grande como para permanecer encerrado en un cuerpo de 1,96 cms y105 kgs. de peso, pero Plaxico Jeffrey Burress siempre lució una imagen publica demasiado arrogante como para suscitar el interés de los aficionados -y lo que es mejor, de sus propios compañeros de equipo!-, en profundizar un poco en el conocimiento de este tipo. El mismo Eli Manning años más tarde confesaría a Seth Wickersham, articulista de ESPN Magazine, como se sorprendió al comprobar el interés que Plaxico ponía en cada partido y como estudiaba concienzudamente a sus defensas rivales para asi poder explotar todas sus debilidades. Eso sí, al llegar al terreno de juego, Plaxico se apuntaba -por no decir que se erigía el cabecilla,- de la panda de mayores brutos, provocadores y faltones armarios empotrados de la liga hasta llegar a ser conocido como PTB (Plaxico the Beast) y, bien pudiera ser que lo que mejor recordásemos de este Burress fueran sus estrafalarios golpes en el pecho cada vez que anotaba un touchdown o sus gestos histriónicos con dedicatoria a la grada. Con todo, no olvidemos el último gran momento de Plaxico; este llegó a principios de febrero de 2008, cuando los Giants se llevaban la edición XLII de la Superbowl (17-14), con un fenomenal pase del menor de los Manning y no menos magistral recepción de un lesionado Plaxico, rompiendo así el sueño de la temporada perfecta de Brady y compañía.
Tras eso llegó el ocaso, la repetida historia que sigue a las grandes gestas deportivas. Nadie esperaba lo que sucedió pero Tom Coughlin aguantó con firmeza el primer embate de la ya estrella receptora de los Giants. Plaxico se personó pero no entrenó en un campo de prácticas que el equipo organizó en Mayo; las luces se pusieron en ámbar pero a pesar de ello fue renovado por los Giants a razón de 35 millones de dólares por 5 temporadas. Sólo unas semanas más tarde, a finales de septiembre, Plaxico ya disfrutaba de un partido de suspensión ordenado por SU PROPIO EQUIPO al no presentarse a un entrenamiento. Treinta días después, gozaba de otras tres multas, made in NFL, por valor de 45.000 dólares por:
20.000$ por comentarios post-partido.
20.000$ por conducta antideportiva incluyendo abuso verbal a un juez de linea.
5.000$ por lanzar la pelota a los aficionados.
Con la llegada del frío invierno en NYC, Plaxico decidió acudir al club nocturno LQ en busca del calor que todo hombre necesita. No se sabe ni cómo, ni porqué (que diría el poema) pero acabó la velada en un hospital, herido de bala en una pierna. Atraco?, intento de asesinato?, accidente policial?, bala perdida entre bandas?... no, el disparo, según aseguro posteriormente ante el asombro de propios y extraños, ocurrió cuando accidentalmente se disparó SU arma. Posteriormente se sabría que el New York Presbyterian Hospital no notificó la incidencia a la policía sino que estos fueron informados por lo que sus agentes vieron en la televisión motivo por el cual incluso el alcalde Bloomberg intervino; vamos, todo un desmán.
Y como acaba la historia?. Muy mal.
Plaxico fue acusado, juzgado y sentenciado por una acusación de posesión ilegal de armas de fuego -concretamente una Glock- a 2 años de cárcel. En realidad salió bien parado del percance -sino tenemos en cuenta que su carrera profesional acabó en ese momento-, ya que podía llevarse una bonita condena de 15 años. Hace pocos meses se ha sabido que Plaxico ha perdido también por tiempo indeterminado el derecho al patio por mentir a un policía de seguridad -en plena cárcel-, respecto a una utilización no permitida de su telefono móvil.
Ese es nuestro PTB!!.
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