A medida que se acerca el final de la regular season, la competición gana en emoción. Este es un tópico que podríamos escribir de cualquier deporte. Pero si nos olvidamos de la altura de la temporada en la que estamos y valoramos únicamente los méritos deportivos, deberíamos decir que "la competición gana en emoción". Los equipos están en su máximo rendimiento, con el motor encendido y a tope de revoluciones. Y así no es de extrañar que sucedan minutos de extraordinaria calidad. Esta semana me dio la impresión de que todo se resolvía en unos minutos mágicos; unos minutos de oro en los que la suerte del partido se definía, dejando atrás la tremenda lucha que había tenido lugar.