Mi abuelo murió pasados los noventa años. En toda su apasionada vida contempló únicamente una vez, sólo una, como el Barça levantaba una Copa de Europa. Fue el veinte de mayo de 1992, en el viejo estadio de Wembley. Unos pocos días antes me había presentado en su casa para anunciarle que sería uno de los miles de aficionados que viajaríamos hasta Londres para apoyar al equipo. Él me miró y esbozó una tímida sonrisa. Supongo que pensaría que yo era pura carne de cañón y quizá tuviera razón. Era más que probable que viviera lo que los entendidos en psicología describirían como una de esas experiencias vitales que curten el carácter: la derrota más absoluta. Por aquel entonces la gent blaugrana éramos así: pesimistas ante los grandes retos, incansables en el regodeo de nuestros desastres. Nos entregábamos al noble arte de recordar, una y otra vez, aquella desafortunada tarde en el Wandkdorstadion de Berna o la traumática noche del Sánchez Pijuán en Sevilla.

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domingo, 29 de mayo de 2011
jueves, 14 de octubre de 2010
Competividad y Deportividad
Permitídme que haga una excepción en este blog y escriba un pequeño artículo sobre el deporte de la canasta. Hoy hace una semana que vi como el Barça derrotaba a los Lakers en el Palau Sant Jordi. Los que me conocen saben de mi odio -quizá esa sea una palabra excesiva-, que ese equipo suscita en mi sin saber explicar por qué. Miento, aunque siempre fui de los Boston Celtics de Bird, Mchale, Parish y compañía, admiré como nadie a Magic Johnson y Kareem Abdul-Jabbar. Pero cada vez que me han forzado a decidir entre un equipo que juega como tal o una gran estrella, por muy genial que esta sea, apoyada por cuatro comparsas, siempre he optado por lo primero. Ese es el motivo por el que nunca seguí como sus proezas merecían a los Drazen Petrovic, LeBron James o -perdónadme- Air Jordan. Es por esa misma razón que me satura el muy y espectacular amarillo chillón de Kobe Bryant y el conocido playbook de los Lakers (pelota al 24 y todos al rebote); si a todo ello añadimos la presencia de Pau Gasol -por motivos que no vienen al caso-, se podrá entender mi alergia galopante a todo lo que huela L.A.
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