Cada año miro hacia San Francisco. Podrá parecer una costumbre extraña para cualquier aficionado a la NFL, pero me comprenderán los que hace más de veinte años cayeron como yo bajo el encanto del football pues fue en aquellos tiempos cuando algunas televisiones empezaron a introducir este deporte en nuestras vidas. Quizá debamos agradecer a la dios Fortuna que la iniciativa coincidiera con la época más esplendorosa que una dinastía ha vivido al oeste de Nova Scotia. De la mano de Bill Walsh primero y de George Seifert después, los Joe Montana, Jerry Rice, Roger Craig, Ricky Watters o el mismo Steve Young -estremece la sola lectura de estos nombres-, los San Francisco 49ers se convirtieron para nosotros en los profetas de una nueva religión que nos atraparía para siempre.