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miércoles, 8 de febrero de 2012

Siempre odié a Elisha


Nací en Brooklyn. Vivíamos en un edificio alto entre la 66 y las 20th Avenida y era acérrimo fan de los New York Yankees. Cuando cumplí catorce años trasladaron a mi padre, así que todos nos mudamos a una hermosa casa en New Orleans, muy cerca del parque Lafreniere. Ingresé en el Isidore Newman High School y recuerdo que el profesor de educación física me espetó, nada más llegar, que me olvidara del béisbol, "si el football es una religión en el gran estado de Texas aquí, en Louisiana, es nuestra pasión". En New York, asediado por tantos coches y en plena jungla de asfalto, jamás hubiera tenido la oportunidad de pasar las tardes lanzando pases a mi padre en el jardín trasero de nuestra casa, pero allí, en el sur, cualquier cosa era posible, incluso que con el tiempo, olvidara a mis Yankees.

martes, 7 de febrero de 2012

Touchdown Or Nothing (6): Super Bowl XLVI



La fama de Touchdown Or Nothing es tal que, tras recibir sendas invitaciones VIP, Ginés, Gartzolicious (Monday Night Blog) y Jordi siguieron la final desde el propio Lucas Oil Stadium y, a la finalización de la misma, se quedaron comentando los pormenores de la Super Bowl desde la misma grada.

El resumen marcará, sin duda, un punto de inflexión en calidad dentro de los podcasts de este país, al punto que probablemente sea tomado como referente en todas las universidades de periodismo español.

Jaque Mate

SUPER BOWL XLVI
New York Giants [21] versus New England Patriots [17]


JUGADA 46. Tom Coughlin mueve: Torre 7 Caballo Dama.

El ajedrez se divide en apertura, medio juego y finales. Tan importante es escoger la estrategia más adecuada, como combinar los elementos tácticos. Y en igualdad de fuerzas y capacidades, aquel que sepa jugar los momentos decisivos de una partida -incluso los últimos minutos de un partido-, probablemente será quien acabe llevándose la victoria.

viernes, 3 de febrero de 2012

La más grande partida de ajedrez (III/III)

PREVIA DE LA SUPER BOWL XLVI
New York Giants versus New England Patriots


JUGADA 2. Tom Coughlin responde: Peón 4 Alfil Dama.

La defensa siciliana queda establecida. Siempre ha sido la preferida de aquellos grandes maestros que planean presentar batalla sin escatimar el poder ofensivo -pero no el choque directo-, sin olvidar una defensa contundente. El veterano entrenador de los Giants sabe que difícilmente podría salir airoso en un intercambio de golpes contra los patriots. Pero, conocedor como nadie de sus posibilidades, no dudará en utilizar todo el peso de sus opciones en ataque para explotar las debilidades de los Patriots.

jueves, 2 de febrero de 2012

La más grande partida de ajedrez (II/III)

PREVIA DE LA SUPER BOWL XLVI
New York Giants versus New England Patriots


JUGADA 1. Bill Belichick mueve: Peón 4 Rey.

La apertura por excelencia, el ataque posicional ante todo, el vamos a por ellos!. Es en este estilo en el que Bill ha edificado todos sus proyectos. Forma parte no solo de su concepción de juego sino de la forma en la que transmite la idea de victoria a sus jugadores. En el extremo contrario, el plan de Tom Coughlin será sensiblemente diferente. Sabe que esta final debe ganarse desde la defensa y rematarse en ataque, así que el juego de pase de los Patriots debe ser suprimido o, cuando menos, limitado tanto como sea posible.

miércoles, 1 de febrero de 2012

La más grande partida de ajedrez (I/III)


PREVIA DE LA SUPER BOWL XVLI
New York Giants versus New England Patriots


Incontables han sido las ocasiones en las que se ha descrito al football americano como el "ajedrez humano". Tras abusar de la comparación, la analogía traspasó la frontera del topicazo para caer en el hastío y el posterior abandono. Pero ello no implica que no podamos recurrir a ella en ocasiones excepcionales, más si lo que el próximo domingo suceda en el Lucas Oil Stadium de Indianapolis sea la más grande partida de ajedrez jamás librada.

martes, 31 de enero de 2012

Touchdown Or Nothing (5): ¿Quien ganará la Super Bowl?


Nos desplazamos hasta Hawaii, sí... HAWAII !!!, para descansar tras tantas semanas de tensión. Aprovechamos para destripar todas las facetas de la próxima Super Bowl entre New England Patriots y New York Giants mientras nos dedicamos a la observacióm de la fauna local. Como no nos ponemos de acuerdo en señalar un vencedor, abrimos los telefonos a la participación de nuestros amables oyentes y, para sorpresa de todos, recibimos las llamadas de David (Rudeza Necesaria) y Willy (Football Speech) y el programa resulta ser el mejor podcast del año.

PROGRAMA NUMERO 5:
¿Quién ganará la Super Bowl?




DISPONIBLE EN ITUNES!

Queda abierta la votación. Vuestra es la decisión: ¿Patriots or Giants?, ¿Touchdown or Nothing? !!!.

jueves, 26 de enero de 2012

Aloha from Hawaii

Es ya una tradición de este autor, rajar de forma inmisericorde cuando llega este esperpento, conocido en el mundo de la NFL como Pro Bowl y, fuera de él, por algo sólo comparable a un partido entre solteros contra casados. Peor aún!, por lo menos esas costelladas están repletas de espíritu, pundonor, orgullo y una violencia que haría sobrecoger al más asesino de los jugadores de línea.

martes, 24 de enero de 2012

Touchdown Or Nothing (4): ¿Es Eli Manning un Qb de élite?


Tan pronto como acabó el partido en San Francisco, Ginés y Jordi tomaron el primer avión y se plantaron en la Quinta Avenida de New York para vivir la emoción del momento. Las muchedumbres inundaron las calles así que buscamos refugio en el conocido restaurante de Seinfeld, para discutir sobre el quarterback de los Giants.

PROGRAMA NUMERO 4:
¿Es Eli Manning un quarterback de élite?




DISPONIBLE EN ITUNES!

Acabada la polémica, llega el momento de hacer oír vuestra voz. Queda abierta la encuesta semanal !!!.

lunes, 23 de enero de 2012

El destino como profeta

Baltimore Ravens vs New England Patriots

Durante toda la semana he estado convencido de que si los Ravens querían jugar el próximo cinco de febrero, necesitarían algo más que una defensa dominante y ese juego de carrera, bazas que -por otra parte y siendo sinceros-, tampoco han rendido en estos playoffs al mismo nivel que durante la temporada regular. Día sí, día también he pensado que la clave del triunfo de los de Baltimore tenía que pasar por Joe Flacco, ese quarterback gris, limitado en su juego por su propio coach y aparentemente carente de cualquier espíritu combativo. Si John Harbaugh era capaz de sorprender a Belichick con su juego de pase, tendrían la victoria en el bolsillo. Ningún guión contemplaba semejante circunstancia.

domingo, 22 de enero de 2012

Licencia emocional

Uno intenta siempre mantener un equilibrio pero hoy espero de vosotros un poco de comprensión. Los nervios me atenazan de tal forma que me he despertado a eso de las siete de la madrugada. A estas horas ya he sacado el perro a pasear tres veces y estoy de café hasta las cejas.

Dejadme que postee este magnífico video de cómo vivieron en San Francisco el pase a la Final de Conferencia.





Mil gracias y perdonad.

La Quiniela: Final de Conferencia

miércoles, 18 de enero de 2012

¿Por qué me gusta el football americano?

Our time to shine


Hemos sido los invitados pobres sentados, casi por caridad, a la mesa de los poderosos. Nos han mirado con condescendencia y una simpatía de callada superioridad. Los niners han sido ninguneados y sus victorias durante la regular season, reducidas a su mínima importancia. Nadie ha discutido el valor de las victorias de Saints o Packers, ni el peso de su balance, pero los triunfos de los de la costa oeste sobre Steelers, Giants, Eagles, Lions y sus trece victorias por tres derrotas no han recibido más que comentarios condescendientes. En nuestra humilde condición, algunos creyeron ver la huella de la derrota escrita en nuestro destino. Olvidaron que jugaban contra la ruda gente de la bahía, esos desheredados, esos perdedores cuyas hazañas prefieren ignorar y aún más grave, menospreciar, algunos recién llegados a este deporte.

Al principio de esa época de las cavernas, cuando Walsh dirigía al equipo y decidimos subirnos al tren de la NFL, nos importaba bien poco entender de coberturas, dobles marcas, formaciones de ataque o defensa. Nos bastaba con vivir cada partido y asistir a la siguiente exhibición de fuegos artificiales. Y poco a poco aprendimos que los milagros solo sucedían sino uno llevaba esos cascos dorados como el sol. Nos enseñaron a vivir cada Super Bowl con intensidad y asistir a los últimos minutos de aquel drive ganador de Montana, en lucha contra los Bengals y contra el reloj como si de una aparición celestial se tratara, o aquel knock-out casi instantáneo con el que los niners noquearon a los Broncos de un descompuesto John Elway en el Superdome de New Orleans. Hasta el pasado domingo, intentaba explicar a quienes me preguntaban, cómo eran aquellos partidos de los niners. Hoy estoy convencido que basta con remitirles a esos últimos minutos del choque contra los Saints y contarles que aquellos excitantes drives, aquella gloriosa angustia que estalla con el último lanzamiento es solo un pequeño destello de la magia que vivimos.



Trescientos años después, o por lo menos a mi me lo ha parecido, los San Francisco 49ers volverán a jugar una final de Conferencia. Olvidaros de Bills, Lions o Broncos; la historia de este año es la de los niners. Muchos serán los que crean que ante equipos de la talla de los New York Giants, Baltimore Ravens o New England Patriots, nuestras posibilidades de victoria son prácticamente nulas. Quiero creer que en el pecado hallarán su justa penitencia. Desconocen que tras estos diablos rojos se oculta el espíritu del football más épico, aquel que ya fuera en la victoria o en la derrota, siempre asombraba por su coraje, por su firmeza, por su inquebrantable resistencia a la rendición. Varias de las páginas más brillantes de este deporte están escritas en rojo y oro, con sangre del Pacífico. Más allá de las estadísticas, de los QB ratings, de las defensas o de cualquier otro factor, los niners cuentan con algo que el resto de conteniendientes olvidaron hace mucho tiempo tras la pedantería del juego ejecutado con la más absoluta frialdad: su corazón. Porque los bay bombers son letales cuando juegan desde la emoción. Solo cuando reniegan de su condición de "un equipo más", solo cuando aprenden a olvidar algunos criterios puramente deportivos para volver a sus orígenes y recordar quienes fueron, los de San Francisco recuperan su alma.



No os quepa ninguna duda. El próximo fin de semana, cuando la noche caiga sobre Europa, a excepción de los fans de los Giants, el resto del mundo del football se pondrá del lado de los niners dispuestos a embarcarse de nuevo en aquellos recuerdos y emociones hasta el punto que, por unas horas, "el equipo de América", los Dallas Cowboys cederán su denominación a los niners.  Solo un par de escalones más, dejádme seguir soñando.

A mi sofá se sentarán todos aquellos que sucumbimos a las lecciones magistrales que aquellos chavales impartían sin descanso; Tura, con quien compré uno de esos primeros videojuegos del Joe Montana Football, con Joan, un fanático de Rice quien, a buen seguro y desde el cielo, seguirá el partido enfundado con aquella camiseta gastada con el #80 a la espalda, con Marc quien me acompañó a ese American Bowl del Estadi Olímpic de Barcelona que los 49ers jugaron ante los Steelers, sólo para ver esa camiseta. También con Mac Calleja, con uno de los pocos fanáticos que ha tenido el valor de confesar su condición durante todos estos años de sequía, con Chicho, quien viajó hasta Washington este año para disfrutar del espectáculo que allí ofrecieron los de la bahía y hasta con la compañía de Ignasi Heras y Pere Junoy, a quienes no conozco personalmente pero a los que reconozco como esos viejos lobos de mar con alma en rojo y oro. Incluso con Mariano Tovar, otro viejo guerrero educado en "ese parvulario" y que, como el resto, estos 49ers le permiten volver a sentirse un chaval. Y con todos nosotros, sentados hombro con hombro y compartiendo carcajadas, emoción y cervezas a Joe Montana, Jerry Rice, Steve Young, Ricky Waters, Ken Norton y el resto de chicos.

Las lágrimas de Vernon Davis no están al alcance de cualquiera. No es un signo de debilidad sino de fiereza, de rabia acumulada por tanta decepción y de inmensa felicidad por devolver a su justo lugar a unos colores tan bellos.

Que un armario empotrado como ese tight end, llegado desde Maryland, sienta de esta forma lo que significa vestir esa camiseta es el perfecto símbolo de nuestra fuerza, de lo que impulsará a los niners hasta lo más alto.

No temáis, lo haremos y lo haremos todos juntos. Nadie ha dado un duro por los niners y siguen sin valorar lo que este equipo es capaz de hacer. Para eso somos una familia, en la carretera del fútbol durante más de veinticinco años; puede que durante algún tiempo no acudamos a la cena familiar pero siempre sabemos cual es nuestro lugar. Si la victoria llega no habrá alegría comparable. Es hora de que el fútbol vuelva a uno de sus lugares favoritos, es hora de volver a casa.

Our time to shine.

martes, 17 de enero de 2012

Touchdown Or Nothing (3): 49ers campeones?


Ginés y Jordi salieron de caza por la jungla. Mientras buscaban sus presas empezaron a especular sobre lo que podría pasar en una hipotética final de la Super Bowl entre los New England Patriots y los San Francisco 49ers y, en la discusión, alguien salió malparado.

PROGRAMA NUMERO 3:
¿Serán los 49ers campeones de la Super Bowl?




DISPONIBLE EN ITUNES!

lunes, 16 de enero de 2012

De las trincheras al cielo


En las trincheras no hay compasión, ni margen para la vacilación. En las trincheras, cada yarda es tomada al asalto o defendida hasta la aniquilación. No es un juego vistoso. Tampoco el tipo de football al que nos han acostumbrado en los últimos tiempos. En las trincheras se ganan los partidos por fuerza bruta, empuje, casta, tenacidad y coraje. Puede que incluso para alguno sea un estilo aburrido, soporífero, demasiado espeso como para ser digerido.

Les llamo "partidos de repetición" porque lo más apasionante se esconde tras alguna de esas magníficas repeticiones, a cámara lenta y recreándose en la suerte, que la realización televisiva nos ofrece descubriéndonos todos esos secretos. Sin ellas nos perderíamos el ochenta por ciento de lo que sucede sobre el césped. Habituados a centrar nuestra atención en esos brillantes quarterbacks y receptores, capaces de proyectar y atrapar el balón a decenas de yardas de distancia. Y llevados por la adrenalina de lo instantáneo olvidamos echar una mirada a esa línea imaginaria que, separando ambas escuadras, atraviesa transversalmente el terreno de juego. Línea de scrimmage la llaman por no referirse a ella como "trinchera de sangre y fuego". Hablemos de ellas.

Durante la regular season, los Houston Texans fueron la segunda mejor escuadra en defensa, los Baltimore Ravens, la tercera. Contra el pase, los de Texas consiguieron la tercera posición mientras que los de Maryland se hacían con la cuarta plaza. Por si fuera poco, los locales se distinguieron por ser los segundos mejores defensores frente a la carrera; los visitantes ocuparon la cuarta posición. Así que uno no tenía que ser necesariamente un gurú del football para suponer que, una vez desplegadas las formaciones y parapetadas en sus posiciones, lo único razonable era esperar que el partido se resolvería, bien por alguna genialidad, bien por algún detalle imprevisto.

Y sucedió nada y un poco de todo. Los Texans condujeron su destino de forma titubeante. Watt demostró nuevamente ser uno de los baluartes que Wade Phillips ha levantado este año, apuntalado por un Danieal Manning que cierra la temporada en clara progresión. Arian Foster hará las maletas en el convencimiento de que podía haber causado mayores estragos si desde la banda no hubieran forzado a un rookie, casi sin experiencia y con mucho que aprender, a lanzar, lanzar y seguir lanzando pese a los síntomas claros que Yates emitía al no poder asumir tantos desafíos. Los Ravens ejecutaron un plan de juego extremadamente rígido pero suficiente como para imponerse a sus rivales. Aprovecharon un par de turnovers para anotar dos touchdowns, poner tierra de por medio, conservar la ventaja en el marcador y reducir el partido a su mínima expresión, de vuelta a la trinchera. Ray Rice y Ricky Williams apenas superaron la línea defensiva contraria. Anquan Boldin halló, entre el desierto de recepciones que atravesó durante la tarde de ayer, su particular oasis en forma de único touchdown. Mientras en defensa brillaban con luz propia las dos intercepciones de Lardarius Webb, el trabajo del indomable Ray Lewis y un sobresaliente Ed Reed. ¿Y su quarterback?. Joe Flacco es un mariscal de campo a la defensiva y retraído. Un líder atrapado en una especie de contención obligada que, desde la banda exige de él un juego de riesgos mínimos y muy calculados. Es asumir un perfil bajo y pasar lo más desapercibido posible.



El cielo nunca estuvo tan próximo en Lambeau Field pero, esta vez, no para los locales. Durante muchas semanas vivieron en una ficción, en una irrealidad que acabó por desplomarse sobre sus cabezas y en el debate de concepciones de juego que planteé la semana pasada, una muesca más se añadió en la empuñadura de mi pistola. Los más apasionados esperaban ver al peor Eli Manning, porque en ocasiones, es más fácil caer en el error de pensar que la suerte de un partido depende solo de lo que un quarterback pueda o no pueda hacer. El partido de ayer debería enseñarnos que, para lo bueno o lo malo, la valía de un quarterback -o por extensión, de cualquier jugador- no puede ni debe medirse en base a un solo encuentro y que, los éxitos de un mariscal de campo dependen de algún factor más que de su habilidad de pase. Apuntemos algunos: permeabilidad de su línea ofensiva para darle el tiempo y la tranquilidad suficiente para buscar el receptor más adecuado, habilidad del receptor en el desmarque y la recepción del envío, potencia del pass rush rival en capturarle, buen juicio en la selección del playcall. Y sin quitar ningún mérito a nadie, algunos de estos factores jugaron en contra de los locales.

Eran los Packers, invencibles, en una de sus temporadas más victoriosas. Bastaba con un ataque descomunal y una defensa que permitía más yardas que nadie pero menos puntos que la mayoría para cumplir el trámite de Indianapolis y disfrutar del retorno de Vince Lombardi a su cuna. Nadie iba a permitir que estos Giants de los 2008 repitieran el resultado conseguido ante Favre, figura a quien culpar de todos los males, en una especie de venganza sorda y prolongada que les atrapa desde hace más de cuatro años. Eso ya no era posible. No pasaría. Y acertaron en el pronóstico: fueron superados, no por un único field goal, sino en prácticamente cada faceta del juego. La offensive line de los Giants no permitió que su quarterback oliera a los Pickett, Wilson, Raji, Bishop, Zombo, Hawk, Peprah o Matthews mientras que en el lado contrario los Boley, Rolle, Grant, Webster, Pierre-Paul o Umenyiora se convertían en un serio problema. Tanto cambiaron los planes locales que, suprimido el juego de pase (ningún receptor local superó las 46 yardas totales), los de Green Bay tuvieron que recurrir a las carreras de Ryan Grant y John Kuhn, tan deshabituados en estas lides que ambos registraron un fumble por cabeza. Los de la Gran Manzana, con su defensa creciente, simplemente desactivaron el ataque quesero, les sacaron a empujones fuera de sus esquemas y les obligaron a jugar con las facetas del juego que ellos mismos habían preferido olvidar durante toda la temporada: carrera y defensa. Y en este punto, Tom Coughlin no solo había ganado la batalla de The Frozen Thundra sino que, en el envite, dió toda una lección a Mike McCarthy.

Ahora podemos pensar que Aaron Rodgers no tuvo su día, que falló en exceso, que se precipitó o que sus receptores dejaron caer balones que habitualmente hubieran sumado un buen número de yardas de pase. Podemos seguir mirando hacia nuestra realidad, pensando que basta con un ataque monstruoso para ganar el campeonato de la NFL, buscar un par de excusas más y seguir adelante. Yo preferiría que los responsables no volvieran a caer en el pecado del orgullo y la soberbia, que les llevó a pensar que enmascarando la realidad uno puede presentar los hechos como no son. Quisiera que alguien en Green Bay repasara, no sólo este decisivo partido, sino los errores en la concepción del juego que cometieron hace meses y que, estúpidamente les llevaron a renunciar al juego de carrera y a una defensa, no ya dominante, sino pensada para acumular algo más que victorias durante la regular season. Porque la derrota debe ser el mejor de los maestros si sabemos asumirla como debemos.

domingo, 15 de enero de 2012

Cuando juegan las defensas


Hace algunos días escribí que había llegado la hora de ver qué tal se las arreglaban las defensas frente al devastador poder ofensivo tan de moda en la liga de un tiempo a esta parte. Y debo de reconocer que lo vivido ayer refuerza mis convicciones respecto a la importancia que, en este deporte, las defensas han tenido, tienen y tendrán.

En Candlestick Park se respiraba una atmósfera eléctrica. Desde los últimos coletazos de Steve Young, a finales de los noventa, que no se vivía algo parecido. A miles de kilómetros de distancia uno podía adivinar el entusiasmo y la pasión que estos nuevos red and gold han hecho renacer, cual ave Fénix, en la olvidada bahía. El retorno a los orígenes de un clásico siempre es una excelente notícia para el fútbol. Os engañaría sino admitiera que un escalofrío de emoción recorrió mi espinazo cuando, justo al lado del Golden Gate, los 49ers formaron para el kick off.

Las acciones ofensivas de los últimos minutos del postrero cuarto quedarán grabadas en nuestro recuerdo, eso es indudable. Como dos púgiles al borde de sus fuerzas, Saints y 49ers se enzarzaron en un colosal intercambio de golpes que solo podía acabar en lo que el fútbol construye en base a la épica. En la grada, todos créimos que el touchdown del quarterback local sería el definitivo (24-29). Saltamos del sofá con la rápida respuesta de Jimmy Graham (32-29) y acabamos por enloquecer, borrachos de júbilo, cuando Vernon Davis puso el broche final (32-36) a un partido memorable.

Antes de todo eso, mi atención se centraba en la trinchera. Durante los tres primeros cuartos estuve convencido de que el signo de la eliminatoria se decantaría según fuera la capacidad de los de San Francisco en dar caza a Drew Brees o por la offensive line de los Saints en proteger a su quarterback y darle el suficiente tiempo como para que éste destrozara la cobertura rival con sus milimétricos pases. Ante la efectividad de los Colston, Sproles, Graham, Henderson o Meachem, los 49ers presentarían su defensa infranqueable frente a la carrera e intentarían suplir una endeble protección ante el pase con su capacidad de intercepción y su perícia en forzar fumbles. Y así sucedió.

En New Orleans deberían aprender la lección. Tal poder de ataque basta y excede para arrasar durante la regular season, pero metidos en la post temporada, sin una defensa capaz de presentar batalla al contrario, uno acaba fuera de la competición. No fue ninguna casualidad que su último Vince Lombardi coincidiera con una eficiencia defensiva pocas veces contemplada en Louisiana. Ayer en Green Bay, alguien durmió un poco más intranquilo.

Temo que éste haya sido el punto álgido de los San Francisco 49ers en los playoffs. Con la misma ilusión con la que un niño aguarda la noche de Reyes, espero el próximo choque, la Final de Conferencia. Dejádme repetirlo una vez más: Final de Conferencia para los niners!. Sé que debería disfrutar de lo conseguido y quizá prepararme para la decepción, pero viendo ayer como Frank Gore cortaba la línea, como el tight end Vernon Davis atrapaba balones al más puro estilo Rice y a un Alex Smith -la versión mejorada del modelo Mark Sanchez 2010-, se alzaba convertido en la viva imagen de un renacido Joe Montana, decidme, ¿cómo contener los acelerados batidos de mi corazón?.




Lo que sucedió en el Gillette Stadium fue la crónica de una muerte anunciada, con la salvedad de que habíamos anticipado tantas veces esa muerte que la situación era lo más parecido a esa fábula de Esopo llamada "El pastor y el lobo". Y como sucedió en el cuento, el canis lupus acabó por aparecer bajo un disfraz compuesto por una chandal, modelo 'Munich 72, una ridícula capucha y una visible protección contra el intenso frío.

A Belichik, viejo zorro de enciclopédicos conocimientos, le bastó un cuarto, apenas quince minutos, para derruir, desde sus mismos pilares, no sólo el ataque de los Broncos, sino toda su filosofía de juego. Como bien había anticipado Manolo Arana -experto entre los sabios-, en su habitual colaboración en el blog de Mariano Tovar, una de las claves para la desintegración de esa option que ha sorprendido a la liga -arruinando el prestigio de cuantos entrenadores se han cruzado con ella-, no pasaba por repetir el error de Dick Lebeau, enviando repetidamente paquetes de siete, ocho o hasta nueve defensores a la caza de Tebow -y desprotegiendo su cobertura de forma irresponsable-, sino, todo lo contrario, manteniendo el front seven a la expectativa de la decisión del quarterback rival. Los Ninkovic, Fletcher, Mayo, Spikes, Love, Warren, Anderson o Ellis, sometieron a Tebow, McGahee, Ball y compañía a una cacería de proporciones bíblicas. Sin avanzar en la trinchera -pese a la reiterada invitación que John Fox telegrafíaba una y otra vez-, esperando hasta que el ataque ejecutara su elección (pase, running back o carrera del quarterback) para intervenir con la misma frialdad con la que cualquier cirujano cercena un destrozado miembro. Fue todo un majestuoso clínic el impartido ayer por Bill Belichik.

A estas alturas de la temporada y tras lo vivido en Denver, no me parecería ni elegante, ni correcto, cargar contra Tebow. Los que caían en el resultadismo como método para valorar un quarterback y repetían sin cesar aquello de que "Tebow es bueno porque gana", ¿estarán ahora pensando justo lo contrario?. La NFL demuestra, una vez más, que sus equipos acaban por hallar la horma a cualquier zapato. Y sepamos que lo de Tebow no es ninguna novedad. El mismo debate sucedió cuando aquel Donovan McNabb llegaba para "definir un nuevo modelo de quarteback, de menos pase y más carrera". Tanto que se adelantaba ya el cambio de era y el final de los pocket passers. Hace más de 15 años de eso y aquí seguimos. Lo que ayer hizo Belichik no fue otra cosa que mostrar al resto de contendientes el camino correcto para anular total y absolutamente el juego de los Denver Broncos y para mi sorpresa, sin ninguna respuesta en la manga de los anaranjados. Si los de las Rocosas son capaces de evolucionar, de llevar su juego a otros terrenos, no me cabe duda de que tendrán una nueva oportunidad la próxima temporada. Para Tebow ha llegado el momento tan temido, el instante en el que uno decide si cruza el Rubicón o se queda donde está. Si lo hace será en base a dedicarse a algo en lo que claramente está estancado. Es avanzar o morir.

La contundencia de la victoria es un mensaje para todos los rivales que quedan en liza. Táctica y estratégicamente nunca se llegó a jugar el partido de ayer. La amplia diferencia en el marcador es el propio de aquellos que utilizan su primer partido de post temporada para rearmarse moralmente. Han conseguido su objetivo prioritario; no tanto superar una eliminatoria que ya daban por descontada como asestar un golpe en la mesa tan tremendo que solo está al alcance de aquellos que aspiran a lo más alto.

sábado, 14 de enero de 2012

The Phenomenon


No tenía intención de publicar hoy ningún artículo pero hay planes que deben ser cambiados si algo extraordinario sucede. Una amiga de facebook, profesora, no de Wisconsin sino de la Mancha!!!, ayer publicó la extraordinaria, maravillosa y genial fotografía que encabeza este artículo y me ha tenido toda la noche dándole a la cabeza. Gracias [A]!. Realmente y sin exagerar, el fenómeno Tebow es, puertas afuera, lo más grande que ha sucedido en la NFL desde los tiempos de Montana.

No estoy diciendo que Tebow sea lo que no es. Ya conocéis mi opinión respecto al jugador. Pero mediáticamente no he visto a nadie traspasar las fronteras de lo que es estrictamente el aficionado a la NFL del resto de la población. En Estados Unidos se publicó esta semana una encuesta de la cadena de televisión ESPN según la cual, Tim Tebow es el deportista más popular del país. En diciembre, el Washington Post publicaba un artículo explicando cómo el juego de Tebow destruye el sistema de medición y valoración que tradicionalmente se ha utilizado para los quarterbacks NFL. Mariano Tovar contaba esta misma semana que su blog había superado el récord de entradas, superando las 40.000 visitas en los últimos siete días y, además, su mini intervención en un vídeo explicando lo que es Tebow había sido el más visto de todo el periódico, impresionante!. Y qué deciros de mi humilde blog, rozando ya las 100.000 visitas!. Todos sabéis que, en una vertiente puramente religiosa, la figura de Tebow también ha sido visible por parte de algunas publicaciones españolas y que en, una mezcla de religión, pundonor y sorpresa deportiva, otros periódicos españoles han elaborado mini-reportajes sobre el quarterback de los Broncos.

Para mí lo más humillante fue una frase que, emitida en la intimidad del hogar, para más INRI, durante la nochebuena, fue pronunciada por mi padre, al que tanto quiero y tanto debo, en plena cena de Navidad: "Oye Jordi, tú que estás metido en eso... ese tal Tebow quien es?". Con el langostino colgando me quedé. Por muy elevados que sean los bienes que me deje en herencia, creo que jamás podré perdonarle tamaño desatino: "Tú no papá, por Dios, tú no... qué disgusto más grande!".

Lo cierto es que la última vez que el mundo de la NFL estuvo mínimamente presente en la calle fue durante la época Joe Montana. Eso significó que nuestra pandilla se daba cita puntualmente para ver los partidos de NFL que TV3 ofrecía allá, por los inicios de los años ochenta. 

Recuerdo que, en el patio del colegio, algunos zumbados transformaban el conocido "balón prisionero" por una variedad un tanto extraña de "eso que también se llama fútbol". Me apunté los dos primeros "partidos". En el primero le casqué un buen codazo a uno que me caía especialmente mal. En el segundo, el agredido se convirtió en angel vengador y decidí que en aquella nube de polvo se necesitaba una reglamentación, así que me pasé al baloncesto. 

Tebow como fenómeno mediático ha vuelto a poner este deporte en los medios. Por supuesto que la información de lo que sucede en la liga dista aún mucho de corresponder a la importancia que merecería. El fútbol es en España aún un deporte minoritario, pero no somos un ghetto. Existen clubs que se agrupan alrededor de una liga, jugadores que entrenan duro y tantos seguidores como para hacer que Canal Plus dedique una excelente cobertura de este deporte. Signo de que los números tienen que ser buenos por necesidad. La idea debería ser la de aprovechar este pequeño tirón mediático para dar continuidad a lo que es puramente este deporte. Visto el panorama, soy bastante excéptico, la verdad.