El sol empieza a caer, apenas unos minutos después de las cuatro de la tarde. Los aficionados ocupan, a toda prisa, sus últimas localidades, debidamente protegidos del frío reinante; guantes, gorros, bufandas, pasamontañas y polares de un predominante color naranja salpican la grada. Con los últimos compases de the Star-Spangled Banner, un mastodonte llamado 'B-2 Spirit, en aproximación a baja altitud, sobrevuela Mile High Stadium. Los más agoreros, en perfecta analogía entre el poder bélico del arterfacto y el encuentro que está a punto de empezar, temen que pronto sean bombardeados sin compasión. Pero, en un ejercicio de conciencia colectiva, todos apartan inmediatamente de sus mentes esos malos augurios; están aquí para apoyar al equipo hasta el final. La clasificación para los playoffs casi puede tocarse con la punta de los dedos y nadie está dispuesto a rendirse antes de empezar. Un tipo ataviado con una ridícula peluca naranja y grandes gafas de sol con montura azul, se levanta de su asiento y grita hasta desgañitarse: "Go, Broncos, Go!".