martes, 3 de mayo de 2011

Evaluando un quarterback



Sucedió lo previsible. Cam Newton (Auburn), ha inscrito su nombre en la exclusiva lista de aquellos que han conseguido ser el #1 del Draft NFL. Los Carolina Panthers, acuciados por la necesidad de hacerse con un quarterback que les permita desarrollar un buen juego ofensivo, lo recibieron con los brazos abiertos. Su experiencia de la pasada temporada con Jimmy Clausen (13 partidos, 1.558 yardas, 3 touchdowns, 9 intercepciones y 58,4 QbR), no dió los frutos esperados. Pero son muchas las dudas que rodean esta elección y, en consecuencia, los métodos de evaluación que los equipos profesionales están utilizando.



Indudablemente todos reúnen condiciones suficientes como para llegar a lo más alto y quizá en un futuro próximo es probable que escriba sobre ello. Pero no olvidemos que la opinión generalizada de los entendidos no ha pasado de juzgar a esta remesa de mariscales como de "meros proyectos a desarrollar".

Dicen que ninguno de ellos ha destacado por encima del resto, ninguno ha exhibido dosis importantes de talento, ninguno parece preparado como para ponerse al timón de una franquicia NFL -por lo menos, no en el grado de preparación exigido en otras temporadas-, no hay playmakers en sus filas. En resumen, el complete package de los más mediáticos de esta edición solo merecería una nota: mediocre. Quizá esa sea la mayor garantía de triunfo, pensarán aquellos que creen que una cosa es la apreciación subjetiva pero que un Qb no desmuestra verdaderamente de lo que es capaz hasta que salta, a principios de septiembre, al frente de un equipo NFL. Y puede que tengan razón, tampoco lo niego.

Es cierto que en los días previos al Draft, la incertidumbre en la selección puede causar estragos. Año tras año, medios y comentaristas participan activamente en esta ceremonia de la confusión, dando a conocer, con mayor o menor rigor/exageración, los puntos débiles de cada candidato. Así, Cam Newton (Carolina Panthers), sería inconsistente en su juego, su habilidad para leer defensas no mejoraría al ritmo esperado y poseería una débil técnica de pase. Blaine Gabbert (Jacksonville Jaguars), exhibiría una técnica de pies floja, Ryan Mallet (New England Patriots), acusaría la presión del momento decisivo y sería demasiado aficionado a la fiesta y el porrete, Jake Locker (Tennessee Titans), no sería un lanzador muy certero, Colin Kaepernick (San Francisco 49ers), se saturaría ante los blitz, siendo más wide receiver que quarterback y Christian Ponder (Minnesota Vikings), carecería de la suficiente potencia en su brazo. Casi nada con los cañonazos, oiga.

Quarterbacks de carrera.
Llamarme antiguo pero mi concepción de un buen quarterback para la NFL no pasa por el modelo de mariscal que corre un número importante de yardas. Creo que esta posición está construída para jugar un buen playbook, leer la defensa, lanzar pases, ser un pocket passer con la movilidad suficiente y entregar el balón correctamente a un running back. Sin querer pontificar ni sembrar este artículo de verdades absolutas, ver correr a un Qb sólo debería ser un recurso del que echar mano en situaciones especiales: sorprender con una acción que te permita ganar esas pocas yardas que te separan de un primer down o de un touchdown al estilo Roethlisberger o Rodgers, incluso como resultado de la improvisación de una jugada rota, pero poco más. Admito, sí, que me divierte ver a un Vince Young o, cómo no!, un Michael Vick y no discuto la espectacularidad del momento, pero no querría a ninguno de ellos en mi equipo. Para los Philadelphia Eagles, la segunda venida de Vick ha sido una de las sensaciones de la pasada temporada, pero cuando la competición se puso realmente seria, no constituyó ningún problema para los Green Bay Packers dibujar una estrategia adecuada. Neutralizado el factor Vick, la historia estaba escrita.

Así las cosas puede que Newton sorprenda a sus rivales utilizando las mismas armas que el citado Vick, incluso puede que Kaepernick -si consigue suficientes minutos-, pueda reivindicarse. Pero yo no esperaría que los éxitos del equipo se basaran en estos planteamientos. Sino hay un equilibrio entre el juego aéreo y terrestre, no se infundirá duda en la defensa rival y el ataque no prosperará.

Curriculum versus Combine.
Aún así, sigue sorprendiéndome el método de evaluación de los jugadores. Los staffs técnicos de cada franquícia esperan con interés el NFL Scouting Combine y el Pro Day, dos actividades organizadas por la NFL y las respectivas universidades, para someter a los jugadores a diferentes tests. Os supongo al corriente de ellos pero por refrescar la memoria citaré las seis pruebas comunes: a) carrera de 40 yardas, b) bench press o levantamiento de peso con repeticiones, c) salto vertical, e) drill de 3 conos o circuito de cambio de dirección y f) shuttle run para comprobar la carrera lateral. Adicionalmente los quarterbacks se verán sometidos a pruebas específicas en el pase en diferentes situaciones y distancias con el agravante que, en esta edición del 2011, se ha tenido que utilizar a receptores de segunda fila dada las restricciones del lockout.

En defensa de dichas demos se expone el argumento técnico: someter a las mismas pruebas -en iguales condiciones-, a todos y cada uno de los quarterbacks, permite obtener unos resultados medibles y comparables entre sí, facilitando la labor de los scoutings. También se dice que el Combine & Pro Day son meros escaparates publicitarios con los que vender las candidaturas de los mejores mariscales de campo. Una primera ronda o un pick elevado -incluso #1-, son motivos más que suficientes como para organizar estas reuniones.

En mi modesta opinión, el sistema tiene varios puntos débiles que hacen de estas pruebas, poco más que viciados métodos de análisis.

1. Son pruebas no obligatorias. Los quarterbacks pueden negarse a realizar algunas de ellas o su totalidad. Sin ir más lejos, en la pasada edición, gente como Bradford, McCoy o Tebow renunciaron, por diferentes motivos, a realizar lanzamientos. En esta edición, Newton registró unos porcentajes de pase por debajo de lo esperado -aunque posteriormente mejorados en su Pro Day- y Gabbert decidió no sacar su brazo en el Combine.

2. Dudosa rigurosidad. El famoso test Wonderlic puede ser realizado hasta que el jugador crea que los resultados obtenidos son de su satisfacción. Se tiende a minusvalorar este tipo de pruebas y ciertamente en determinadas posiciones no es necesario contar con gran inteligencia para desempeñarlas, pero ello no es óbice para que un test aporte una visión fidedigna de la realidad.

3. Condiciones discutibles. A pesar de que se somete al quarterback a una variedad de lanzamientos, tras movimientos específicos y con receptores a corta, media o larga distancia, nada puede substituir a la tensión psicológica que para el pasador comporta el verse acechado por la defensiva contraria.

4. Dependencia. El mejor de los quarterbacks puede parecer un simple aficionado si lo rodeamos de un cuerpo de receptores sin nivel. Un pase completo necesita tanto de un buen envío como de unas valiosas manos que lo recepcionen. Este año los receptores eran de segundo nivel. En otras ediciones, quarterback y receptor no se conocen.

5. Olvidémonos del curriculum. Las pruebas del Combine, sorpresivamente, pueden elevar o disminuir las posibilidades de un quarterback de ser drafteado por este u otro equipo. En ocasiones pareciera como si lo realizado durante toda una temporada, en condiciones reales de juego, tuviera menos importancia.

Propuestas.
La solución a todos estos puntos pasaría, en primer lugar, por darle a las pruebas un carácter obligatorio bajo amenaza de perder la condición de elegible para el draft. Por supuesto deberían ser pruebas sin segundas oportunidades. En los ejercicios de simulación incorporaría las líneas defensivas; evidentemente el quarterback no llegaría a sufrir placaje alguno -podría optarse por un sistema de sack virtual a corta distancia- pero simularía con realismo la tensión de un partido.

Incluso buscaría algún tipo de ejercicio orientado a medir el aguante psicológico de un quarterback frente, por ejemplo, a un blitz realizando el pase y asumiendo el sack; una situación extrema bastante habitual en los partidos. Por otra parte, consideraría imprescindible que cada mariscal de campo tuviera la opción de traer a un reducido grupo de receptores de su universidad eliminado así las dudas que surgen, ante un pase incompleto, respecto a la necesaria compenetración quarterback-receptor. Las diferencias lógicas entre la calidad de los diferentes grupos quedarían compensadas por ese vital grado de conocimiento de cada mariscal con su selección.

Y siempre, siempre, siempre, priorizaría por encima de cualquier resultado del Combine o Pro Day, el estudio de todos sus partidos universitarios y un trabajo profundo de sus movimientos, fortalezas y debilidades.



Y finalmente, pero no menos importante, si fuera integrante de cualquier staff técnico, solicitaría la reformulación de algunas de las pruebas concretas con las que se evalúan a los jugadores y especialmente a los quarterbacks. Por ejemplo, seguramente será un buen dato comprobar la velocidad de un mariscal de campo en carrera a 40 yardas pero, a mi juicio, más importante será evaluar la capacidad de lectura de las defensas. Además, a igual nivel o incluso por encima de las habilidades deportivas, me interesará mucho más conocer a mi posible elección desde el punto de vista psicológico: ¿qué tipo de carácter tiene?, ¿cual es su manera de entender el deporte profesional?, ¿cómo piensa vivir y entregarse a esta experiencia?, ¿qué grado de compromiso tendrá en el desarrollo de su juego?, ¿qué margen de mejora cree tener?, ¿y cómo se implicará con el equipo?, ¿qué rasgos de su personalidad destacan? y, finalmente, ¿cuales son, en todos los sentidos, sus principales déficits de carácter?.

2 comentarios:

  1. Miedo me da Cam Newton.Esperemos que no siga el camino de Jamarcus. Aunque este por lo menos puede salir corriendo en plan cabra si lo ve feo.

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