jueves, 12 de abril de 2012

Oro en el alambre (I/III)

Con frecuencia pensamos que tras la primera ronda del draft, el desierto. La atención se centra en los primeros treinta y dos picks. El foco mediático, los titulares de prensa y el objetivo de la mayoría de análisis se concentrarán en la valía del pick número uno, quizá del dos y posiblemente del tres. A partir de ahí el interés decrece de forma exponencial. Este año, la previsibilidad de las dos primeras plazas -Luck & RGIII-, ampliarán el horizonte hasta las selecciones quinta o sexta, pero no más allá.


La lista de históricas catástrofes es tan amplia como la propia vida de la National Football League. Son los llamados draft busts; jugadores elegidos en lo alto del draft de los que se esperaba que marcasen una época pero que acabaron en absoluto fracaso. Tomando únicamente como ejemplo la posición de quarterback y, entre otros muchos casos, gente como JaMarcus Russell (#1, OAK, 2007), Ryan Leaf (#2, SD, 1998), David Carr (#1, HOU, 2002), Joey Harrington (#3, DET, 2002), Akili Smith (#3, CIN, 1999), sucumbieron a la presión, a la falta de capacidad, a la inadaptación al mundo profesional, al espeluznante salto a la NFL, a la repentina fama. Múltiples factores, incontrolables algunos, previsibles otros, la mayoría corregibles aunque sabemos que no siempre es así.

En el platillo opuesto de la balanza, resplandecientes ejemplos de cómo una posición baja en el draft puede ser el simple resultado de una concatenación de factores, a cual más caprichoso. Agrupamos estos ejemplos bajo la etiqueta de draft steal; genios de este deporte que pasaron por el draft bajo el radar, fuera de la atención mediática sin merecer un solo comentario -ni siquiera en su contra-, entre la turba de expertos. Y en un abrir y cerrar de ojos toman el mando de un equipo y lo lideran hasta metas insospechadas. Nombres como Drew Brees (#32, SD, 2001), Brett Favre (#33, ATL, 1991), Joe Montana (#82, SF, 1979), o el caso por excelencia: Tom Brady (#199, NE, 2000); todos ellos miembros o firmes candidatos al Pro Football Hall of Fame de Canton.



Descubrir el potencial que se oculta tras la figura de un imberbe universitario será siempre una ciencia inexacta sujeta a los mayores errores y aciertos. Por especializada que sea la metodología desarrollada, habrá que asumir que el scouting siempre será un ejercicio de equilibrismo sin red de seguridad, una adivinación, un puro modelo de prospectiva. Los equipos dedican cuantiosos tiempos y esfuerzos en este arte. Como haría cualquier forense, las franquicias desarrollan todo tipo de herramientas orientadas a la valoración técnica de estos prospectos -valga como muestra este espléndido botón que Willy Bistuer nos deja-, no solo de sus características deportivas sino también de sus costumbres, vicios, filias, fobias y adicciones. Se trata de conocer tanto las virtudes como los defectos del jugador y de la persona y, a partir de ahí, aventurar un pronóstico respecto a su futura trayectoria, capacidad de superación y en qué medida el propio equipo podrá influir en dicha evolución. Y cuanto más profunda es esa disección, más cerca se estará de perder la perspectiva global, esa visión de conjunto que a menudo queda difuminada tras una catarata de datos, estadísticas y ratios.

Como si fueran nuevos buscadores de oro, a imagen y semejanza de aquellos intrépidos gambusinos del siglo XIX que invadieron los más salvajes lugares de Estados Unidos y Canadá, los responsables de cada equipo profesional toman sus cribas, buscan conseguir la mejor posición posible y se entregan al arte del filtrado y tamizado de los nuevos talentos hasta llegar a un exclusivo listado de objetivos. La mayoría desarrollan estrategias propias, altamente sofisticadas aunque, os confesaré que lo grandioso del scouting es que, como cualquier sistema, es susceptible de colapsarse. Nuevas víctimas de la ley fundamental de Murphy: "si algo puede salir mal, saldrá mal". Los Bills del 2004 dejaron pasar a Matt Schaub y prefirieron draftear a J.P. Losman. Un año después, los 49ers se decantaron por Alex Smith en lugar de pickear a Aaron Rodgers. En esa misma edición Redskins, Browns, Raiders, Seahawks, Bears, Panthers, Lions, Saints, Ravens y Chiefs escogieron a otros quarterbacks, la mayoría ya olvidados, antes que seleccionar a Matt Cassel o a Ryan Fitzpatrick.

Otros confían el peso de sus decisiones en la veteranía del máximo responsable deportivo, uno de esos lobos de mar curtidos en mil batallas que con solo un vistazo, olisqueando el viento, son capaces de separar el grano de la paja e intuir dónde se oculta el gran premio. Son los auténticos expertos del draft, poseedores de un sexto sentido tan valioso como extraño, tan excepcional como infrecuente y, por esa razón, tan buscados.



Lo genial de cualquier labor de scouting es que esa pepita de oro puede estar oculta en cualquier parte del río. Con frecuencia pasará por delante de todos los staffs sin que sean capaces de detectarla hasta que algún responsable, más atento, más despierto o -seamos sinceros-, con mejor suerte, levante el brazo y se lleve el gran premio. En un espléndido artículo publicado bajo el título de "Crónica de una elección", Gustavo Fillol nos explica como diez días antes del draft de 1979, nadie en los niners había oído hablar de un tal Joe Montana. Fue el director de juego aéreo, Sam Wyche quien, buscando un quarterback capaz de lanzar pases para uno de los receptores sujetos a valoración -James Owens, UCLA-, citó a ese Montana. Muchos otros hubieran podido ser quienes, como dicen los americanos, hubieran estado en el lugar adecuado y en el momento preciso y aún así, jamás hubieran visto ese elefante rosa que estaba apunto de arrollarlos. Pero bastaron algunos pases para cambiar el plan de trabajo, primero de Wyche y después de Walsh. Y la historia de los bay bombers cambió para siempre.

Rizando el rizo, muchos otros jugadores han surgido, no ya de las profundidades del draft sino en draft suplementarios o incluso fuera de ellos. Calificados como undrafted debemos recordar a jugadores de la clase de Tony Romo (DAL), Kurt Warner (STL), Jake Delhomme (NO) o, todos en pié, Steve Young (SF).

Toda esta palabrería para resumir lo que Wyche consiguió en las cinco palabras que pronunció, por teléfono, a Bill tras presenciar la exhibición de Montana: "hay algo especial en él". Y entonces, cuando una de esas estrellas surge de las oscuras rondas de un draft cualquiera, todos echaremos la vista atrás y nos preguntaremos de dónde salió ese tipo y cómo no fuimos capaces de fijarnos en él. NFL en estado puro.

4 comentarios:

  1. Plas plas plas... increíble artículo, y lo que más me gusta es que, a pesar de que lo tratas tan mínimamente, referencies el artículo de Fillol. Este buen rollo entre bloguistas de fútbol americano (555, mariano tovar, vosotros de TD or nothing) es para quitarse el sombrero.

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  2. Excelente articulo, me encanta tu blog! y los enlaces que haz hecho en esta entrada son geniales! sobre todo el del análisis de Andrew Luck. Como fanático de los Colts, espero que sea drafteado por Indianapolis y que sea el proximo Payton Manning (y no el próximo Jeff George) En cuanto al status de "undrafted" de Young, creo que hace falta hacer hincapié, porque el QB no era elegible en ese entonces para el Draft de la NFL pero si para la extinta USFL, donde acordo su incorporacion al equipo de Los Angeles. Luego se realizo un Draft complementario con jugadores de la USFL y la CFL y entonces fue drafteado por TB. Luego de malos resultados con un mal equipo de los Bucs, fue traspasado a SF a cambio de elecciones del Draft.

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  3. Gracias PaFerVi y Lazialle. Espléndida la aclaración sobre Steve Young.

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  4. Muy buen artículo, perfectamente redactado, y ahora vor por la segunda parte y por las referencias.

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