En el post anterior dejábamos la narración en un momento importante. Alguno me ha preguntado si esa distancia era asequible. Casualmente mientras estaba dando los últimos toques a esta traducción, los Vikings twitteaban una pregunta: ¿Cual ha sido el field goal de mayor distancia para los Vikes?; Respuesta: Ryan Longwell, en el 2007, pateó para field goal desde 55 yardas. Veamos como concluye este fantástico artículo.
/ Continua del post anterior /
Una vida después de 'Wide Right
Trece años después de perder una Super Bowl fallando un field goal ganador,
el exjugador de los Bills observa su peor momento como un paso en la dirección correcta
Por Karl Taro Greenfeld
Por Karl Taro Greenfeld
Cuando la pelota se pierde a la diestra, justo en el instante en el que supera el palo derecho, antes incluso de que el árbitro lo indique, Kim ya está pensando en ello. Oh, esto va a ser difícil para Scott. Ha venido hasta Tampa para ver el partido con Del, Sandra, su tía y el tío de Scott y todos ellos, en ese momento, tienen el mismo pensamiento. Kim vuela entre las gradas, baja por el túnel y recorre luego todo el estadio hasta la puerta de acceso de los jugadores; esta pequeña rubia con suéter blanco, pantalones y tacones, entre las maldiciones de los Bills y la euforia de los seguidores de los New York Giants, se dirige a través de densas concentraciones de euforia y desesperación tan palpable como lo sería un desfile de carrozas. Quiere desesperadamente estar ahí para Scott, para abrazarle y decirle que todo irá bien, que solo era una patada, solo un juego y todas esas cosas que él sabe pero en el post-partido de la mayor pérdida en la historia de una Super Bowl, puede ser ser tremendamente fácil perder la perspectiva. Espera cerca de la entrada de jugadores -no está permitido el acceso al vestuario para las mujeres- y ella espera y espera. En el vestuario de los Buffalo hay una mezcla de ira, incredulidad y confusión. El subidón emocional del último drive en el que Kelly tuvo una oportunidad sobre la línea de 30 yardas a ocho segundos del final, fue tal que incluso tras el fallo de Norwood fue difícil para los jugadores asimilar lo ocurrido. Algunos de los Bills aún dan vueltas cerca del entrenador o permanecen en pié, próximos a la entrada, como si estuvieran en el descanso y el equipo pudiera disputar un tercer tiempo. Levy le dice a su equipo que nunca ha estado más orgulloso de ningún grupo de hombres y que él no habría podido pedirle más a ningún equipo -simples banalidades que no pueden empezar a curar la herida-. Luego echa un vistazo a su equipo y ve como Reed comienza a quitarse la camiseta y a Kelly secarse la cara con una toalla. Levy quiere hablar con su kickers. Encuentra a Norwood y se sienta a su lado en el banco de madera que está frente a su taquilla, entre él y el wide receiver Steve Tasker.
"No sabía qué decir", recuerda Levy. "buscaba las palabras para animarle pero sabía cómo se sentía. Habíamos diseñado ese drive para ponerle al alcance del field goal. Fue una patada de 47 yardas sobre un césped natural. Menos del 50% de esos tiros se convierten. Él había sido un gran kicker para nosotros a lo largo de los años y ganó unos cuantos partidos para nosotros con su pierna, pero no puedes pensar en esas cosas en un momento como ese". A la vez que Levy trata de consolar a su kicker, el linebacker Darryl Talley y el cornerback Nate Odomes se acercan a Norwood y cuentan que si hubieran hecho un tackle crucial en el tercer cuarto en una jugada de tercera y trece, los Bills nunca hubieran estado en la necesidad de patear ese kick. Luego Reed se acerca y le dice que si él hubiera atrapado algunos pases claves en el segundo cuarto, los Bills podrían haber conseguido distanciarse de los Giants. Jugador tras jugador, acudieron a Norwwood para reforzar el mensaje de que se trataba de una pérdida de todo el equipo. Compañeros de los equipos especiales como Tasker, quien observaba lo que ocurría desde la taquilla contigua a la de Norwood recuerda: "ninguno de los jugadores de ese equipo lo culpó. Sabían que podían recordar cualquier lance del juego y el partido podría haber sido diferente".
Los periodistas empezaron a entrar al vestuario. Ellos que rara vez se habían tomado la molestia de hablar con Norwood. Pero hoy, por supuesto, captaba todos los focos de la televisión y tres docenas de micrófonos. El coach de los equipos especiales, Bruce DeHaven, está a su lado mientras responde, una por una, a todas las preguntas de los periodistas. Él se quedará en el vestuario un hora después que la mayoría de sus compañeros se hayan ido. ¿Cómo te sientes, Scott?, ¿Estabas nervioso?, ¿Crees que la golpeaste bien?, ¿Qué vas a hacer ahora?, ¿Qué piensan tus compañeros?, ¿Cómo se siente uno al fallar esa patada y perder la Super Bowl?. DeHaven le pregunta a cada rato: "¿tienes suficiente?, ¿quieres que me deshaga de todos estos tipos?". Y Scott sacude la cabeza mientras responde: "creo que les debo a los aficionados responder algunas preguntas". Psicólogos deportivos te dirán que el abrirse es el primer paso hacia la curación de este tipo de decepciones. Usan palabras como "proceso", "duelo" y "limpieza" pero Scott sólo lo entiende como su deber. Su padre llamaría a eso "dejarse ver".
"Lo más importante de ese pateo", dice Norwood, "no era la forma en la que me impactó sino cómo eso dejaría al equipo. Pero me había preparado tan bien como había podido. Lo hice lo mejor que pude. Podía hacerle frente a mi cara en el espejo". En la película Buffalo'66 de 1998, un kicker llamado Scott Wood falla el field goal que le cuesta a los Bills una Super Bowl. Billy, el personaje interpretado por Vincent Gallo, pierde diez mil dólares en una apuesta y trata de ver al kicker como la causa de todas sus frustraciones y carencias. Así que va en busca del kicker con la intención de asesinarlo. En el film, el retirado kicker se convierte en el propietario de Scott Wood's Solid Gold Sexotic Dancers -camisa con lentejuelas, chaqueta de terciopelo, pajarita-, un hombre gordo que mujeres desnudas como paliativo por los daños que los residentes de Buffalo sufrieron por su field goal perdido. A Norwood le ofrecieron lo que él llama "una gran cantidad" de dinero en Buffalo'66 por actuar como él mismo. Lo rechazó y dice que nunca ha visto la película. "Creo que si la hubiera visto, se habría sentido herido", dice Gallo, nacido en Buffalo. "Me encanta Scott Norwood, pero he usado el personaje del kicker porque Scott se convirtió en un símbolo de todos los problemas de Buffalo". Aunque no hay duda de que los fans de Buffalo sufrieron con Norwood después de su patada, Buffalo es una de las pocas ciudades donde Scott es recordado por toda su carrera en conjunto y el gran carácter que mostró antes y después de la Super Bowl. Más de 25.000 aficionados acudieron para aclamar a Norwood casi tan alto como lo hicieron con Levy o Kelly cantando "Scott te queremos!". Los aficionados entienden, tal vez de forma inconsciente, que el fracaso de Norwood podría convertirle en un albatros o en una oportunidad, igual que su ciudad, en lento declive que los obligaba a la búsqueda de una oculta profundidad de carácter y fuerza.
"Scott Norwood es uno de mis tres o cuatro jugadores favoritos de los Buffalo Bills", dice Gallo, "por lo que fue capaz de superar". Buffalo no ha ganado ningún campeonato en los deportes más importantes desde 1965, la tercera racha más larga de futilidad de cualquier ciudad que tenga, por lo menos, dos importantes franquicias. Solo San Diego (1963) y Cleveland (1964) han sufrido más. Sin considerar que Buffalo volvería a otras tres Super Bowls -para nuevamente caer- en una de las carreras más grandes hacia un título de la NFL desde que los Browns de los cincuenta, sin las cuales, el Wide Right de Norwood tendría una importancia aún mayor. Fueron tan evidentes esas pocas pulgadas entre el balón y el upright como que los Bills estuvieron así de cerca del campeonato. "Mira, pasaron un montón de cosas ahí", dice Scott. "Muchos jugadores no jugaron bien, pero eso no es ninguna excusa para mi. Soy un jugador y me pagan por hacer mi trabajo y yo fallé en ese punto". Después de la temporada de 1991, los Bills contrataron a un nuevo y prometedor kicker, Steve Christie de los Tampa Bay Buccaneers y renunciaron al veterano Norwood de 31 años. Si él no hubiera estado vinculado a ese field goal errado, Scott cree que hubiera recibido la llamada de otro equipo que buscara un kicker. Pero el teléfono nunca sonó. Ya no apareció por el campo del Washington-Lee High School para practicar sus pateos.
Los primeros años fuera del fútbol fueron los más duros. Se negó a discutir de la Super Bowl con los periodistas y cuando regresó al condado de Fairfax, se convirtió casi en un recluso, evitando cuidadosamente a los medios de comunicación. "Una experiencia como esa tuvo que ser todo un golpe a su ego", dice Kim, "y de repente, él estaba fuera del fútbol y tenía que encontrar su lugar. Fue muy difícil para él hablar de ello". Scott se refugia en su familia, se muda con Kima a una casa en Clifton, Virginia, cerca de sus padres. Va de caza con Del y Steve, los tres se dirigen a KMart para la compra de municiones, el equipo de cámping, botas nuevas y chalecos de camuflaje antes de partir hacia Long Island, cerca de la costa de Maine, donde ha cazado con Del desde que era un niño. Rara vez disparan a algo y en lugar de eso toman largos paseos por esos parajes. A Del no le gusta matar venados, pero sí el ritual de montar tiendas de campaña, la instalación del campo, hacer fuego y pasar tiempo con sus hijos en el bosque, en un ritual que repiten año tras año. La lacónica conversación alrededor del fuego resulta tranquilizadora para Scott, el crepitar de la leña y el canto de los grillos se constituye como un recordatorio auditivo de que la vida todavía tiene sentido, finalidad y buenos momentos.
Scott busca sacar partido a sus estudios de negocios trabajando en la venta de seguros, hipotecas, planes de pensiones y fondos de inversión. Es un trabajo duro, especialmente el de a puerta fría, tener que salir adelante cada día a través de una lista de números de teléfonos y decir: "Hola, soy Scott Norwood y tengo una gran oportunidad para que usted cuide de su familia". Derrocha semanas y meses en conseguir una buena estrategia de ventas o que un comprador firme ese cheque. Por primera vez en su vida descubre que con "dejarse ver", no es suficiente. Donde quiera que vayan, salas de cine, consulta de médicos, restaurantes, Scott sabe lo que todos están pensando: ese es el hombre que perdió. "Me gustaría tratar de hablar con él sobre otras cosas", dice Steve "pero sabes qué es lo que ocupa su mente". "Yo lo ví trabajar en ello", dice Sandra. "Él vino y me dijo: esto está siendo muy duro para mí, pero voy a salir adelante". Y todos le decíamos, "Scott, solo es fútbol. Hay otras cosas ahí fuera en la vida". Scott quería niños; intuía que podría encontrar alguna distracción en la riqueza de la vida familiar pero también se sentía decepcionado ya que él y Kim pasaron por dificultades a la hora de concebir. "Tuvieron algunos problemas para tener hijos", explica Steve. "Quien sabe, tal vez estaba relacionado con todo ese estrés". Había momentos en los que, al regresar a casa después del trabajo, él confesaba a su esposa que no entendía por qué le habían pasado todas esas cosas. ¿Por qué tenía que pasarle a él?. Pero Kim lo detuvo y le dijo: "Mira, la vida está llena de muchos momentos diferentes. Si, eso fue horrible pero tú eras un All-Pro. Si alguien dice: "vamos a volver a lanzar ese pateo, pero a cambio tienes que perder todo lo que has logrado en el fútbol", ¿lo harías?. De ninguna manera. Así que hay que tomar lo bueno y lo malo, todo junto, sólo que tu parte mala, ha sido muy muy mala".
Pero lo bueno fue muy, muy bueno. Gemelos, Carly y Connor, nacidos en 1995 y después llegó Corey en el 96. Sin embargo, esta curación fue un proceso gradual. La patada perdedora aún aparece en su conciencia en algún rato libre y, de repente, a mitad de una conversación telefónica, la visión de ese tiro perdiéndose a la derecha. Y cada vez es un momento escalofriante. Luego, algunas temporadas después -solo que ya no las llama temporadas sino años-, gracias a la buena salud de sus hijos y al amor de su esposa y familia, empieza a comprender que sin ese fracaso, sin esa derrota, no hubiera podido tener todo lo que ahora disfruta. Es una verdad obvia pero una verdad que le llega con un sentimiento impensable: gratitud. "Me gusta la gente en la que nos hemos convertido", le dice a su esposa en un momento dado, no con aire de suficiencia sino de asombro. ¿Cómo se puede medir la salud y la felicidad de tres hermosos hijos en contraposición a un field goal?. ¿Tres niños frente a tres puntos?. "Si todo te ha ido siempre bien, no tienes ese sentimiento de aprecio". Dice Norwood, "siempre puedes pensar que entiendes lo que significa que las cosas no vayan bien, pero hasta que no lo vives, no lo sabes realmente". Scott desempolva su camiseta de Pro Bowl y la enmarca, junto con una completa colección de cromos de fútbol y lo coloca todo encima del televisor, en una pared forrada de madera. Hay un sofá de cuero, dos sillas y un escritorio con un ordenador, donde a veces, por la tarde y después de que él y Kim hayan bañado y acostado a los niños, se sienta y escucha la paz del hogar mientras piensa en su futuro. Todo el mundo parece estar comprando, vendiendo, moviéndose. Hay un boom inmobiliario en marcha, toda la generación del baby boom en los Estados Unidos parecen estar obteniendo una segunda hipoteca, añadiendo metros a sus casas, remodelando y él piensa que eso es para él. Prefiere el optimismo implícito que significa ofrecer a la gente una participación, más que el pesimismo de la venta de un seguro anual. A través de una amigo, fan de los Bills, se entera de una vacante, deja su carrera en planificiación financiera en el 2002 y se une a RE/Max, los intermediarios inmobiliarios.
Impasible y con los ojos entrecerrados, no responde al estereotipo del agente inmobiliario. Usted llega a una casa tan acogedora que no esperas al kicker que perdió la Super Bowl. Pero los años han pasado y ya son más la gente que no lo recuerda o que nunca supieron de él que los que sí; e incluso aquellos que recuerdan cómo se perdió aquella patada ya no representa ningún motivo de vergüenza o decepción, más bien de una curiosidad como la que se siente al encontrar una vieja carta de una chica que te gustaba pero que habías olvidado por completo.
En este boom del mercado de la vivienda, en esta época de tasas bajas de interés y unos dinámicos precios de bienes raíces, hay un lugar incluso para un taciturno y reflexivo broker en su pequeño Chevy Prism. No es un gran éxito financiero, pero tiene la sensación de que las cosas están a punto de cambiar. Unos pocos datos y otro puñado de referencias. Cada día recibe llamadas de potenciales compradores y él los recoge con su Prism y les muestra las fincas, una buena oferta al sur de Clifton, una nueva urbanización en Chantilly. Y cuando habla sobre la vida, se inclina un poco hacia adelante, porque él ahora mira hacia allí, no hacia atrás.
En este boom del mercado de la vivienda, en esta época de tasas bajas de interés y unos dinámicos precios de bienes raíces, hay un lugar incluso para un taciturno y reflexivo broker en su pequeño Chevy Prism. No es un gran éxito financiero, pero tiene la sensación de que las cosas están a punto de cambiar. Unos pocos datos y otro puñado de referencias. Cada día recibe llamadas de potenciales compradores y él los recoge con su Prism y les muestra las fincas, una buena oferta al sur de Clifton, una nueva urbanización en Chantilly. Y cuando habla sobre la vida, se inclina un poco hacia adelante, porque él ahora mira hacia allí, no hacia atrás.
Del permanece a su lado, reconociendo los síntomas de que finalmente su hijo está superando el field goal perdido, pero él nunca lo menciona, no son esas sus formas. Lleva a sus nietos a los partidos de los Orioles y los Washington Redskins, comienza a enseñar y a entrenar de la misma forma que enseñó y entrenó a sus propios hijos. Y él puede estar orgulloso del hombre en el que se ha convertido su hijo, alguien que sigue "dejándose ver". Es un canto a la cercanía de la familia cuyos tres hermanos, Sandra, Steve y Scott viven en un radio de 20 millas alrededor de la casa en Annandale donde crecieron y donde Del y su esposa todavía viven. Del, a sus 74 años, aún cogía el coche para acudir a los ball games y seguía llegando temprano a Camden Yards en una húmeda noche de julio para ver a los Orioles en sus entrenamientos de bateo. Después del partido, él regresó, de vuelta a casa circulando por la carretera de circunvalación, en dirección sur a través de los suburbios incandescentes del condado de Fairfax cuando su Máxima negra se encontró con un camión grúa parado en el carril rápido sin las luces encendidas. Del murió en el impacto. Scott recibió la llamada de Steve a la mañana siguiente. Se vistió y se dirigió a casa de su madre en Annandale. "Fue mucho más duro que cualquier kick fallado", dice Scott. "Te das cuenta de lo que realmente importa de la manera más rápida". Norwood tardó apenas unos segundos en alinearse para el kick. El resto del equipo se agrupó al margen del terreno de juego, cogidos de la mano, jadeantes, exhaustos. El canoso entrenador se arrodilló, mirando con los ojos entrecerrados. El kicker permaneció en su sitio por un instante, en ángulo respecto a la pelota y luego arrancó hacia ella, pateando el balón y enviando un lanzamiento que sobrevoló a la defensa.
Los Boomerangs han estado intentando conseguir un empate y Carly Norwood, que lanza casi todas las faltas, sale corriendo del campo mientras su padre, assitent coach, se rasca la barbilla y se preocupa pensando que ha calculado mal el tiempo de las dos partes. Es difícil de controlar a unos jugadores de fútbol de nueve años, yendo y viniendo, dentro y fuera del campo y muchas veces se le olvida quitar a alguna chica que ha estado jugando demasiado rato. Generalmente los padres no acostumbran a estar contentos si sus hijas han estado fuera del juego durante mucho tiempo, pero a veces les pierde la pista. Los Boomerangs de uniformes escarlatas se reunen en torno al cántico: "2, 4, 6, 8 a quien respetamos" y luego Scott, Kim y el resto de padres se juntan en el túnel como las chicas que corren a su alrededor. Otros niños se unen y corren tras el equipo y hay alguna discusión entre los jugadores acerca del tiempo. El túnel es hoy más divertido que el propio juego en sí.
Pocos metros más allá de los límites del campo, Connor y Corey están jugando a la sombra de un árbol, las flores de color púrpura vuelan hacia las ramas en el aire primaveral, flotando por el campo donde Scott y el resto de los padres están recogiendo los conos y neveras portátiles. Estos son los partidos que simbolizan, de alguna forma, el deporte americano en su mejor momento. Por supuesto que ahora están a un millón de millas de los elegantes estadios y impresionantes domes, también de los mejores momentos del deporte profesional pero, los partidarios de esa Southeastern Youth Soccer League son parte del contínuo cultural que les conecta a todos esos partidos de playoff y Super Bowl. Y nadie conoce mejor los dos extremos de ese espectro que Scott Norwood. Y él te dirá que esas dulces tardes, entrenando chicos o jugando al soccer, son el alma de su obsesión por el deporte, la parte que todos nosotros podemos tener, entender y compartir. Y cuando Corey corre hacia Scott para decirle que un chico llamado Hunter le acaba de golpear -"pues entonces no juegues más con Hunter", es la respuesta de Scott-, piensa en lo que tuvo que soportar para llegar hasta aquí, con el resto de nosotros, entrenando a nuestros hijos una tarde de sábado.
El deporte americano, te dirá Scott, te romperá el corazón. Pero también en su forma más básica, alimentará tu alma. Piensa en Del y sobre el "dejarse ver". Esa es la manera en la que de verdad triunfas en la vida. No pateando un field goal ganador en una Super Bowl o cubriéndote de gloria es por lo que te "dejas ver". Y mientras contemplas esta vida, Carly bebe un zumo mientras Kim le peina el pelo y Connor trepa encima de Scott al tiempo que circulas hacia Plymouth en la Voyager familiar, piensas que conoces a este tipo. Es parecido a ti.
Los niños hacen dibujos. Rudas figuras de jugadores de fútbol con camisetas de color azul marino, negro y rojo, con cascos Crayola -los niños tienen dificultades en reproducir el logo de los Bills-, en formación de field goal. El holder de rodillas. El kicker en posición. Y en esta recreación dibujada por Carly, Connor o Corey, el pateo de Norwood nunca se pierde a la derecha. Es siempre recto y por la mitad de los palos. Siempre es bueno. Ellos abren una puerta a un posible universo alternativo. Don Destino convierte en héroe a la cabra, el fracaso en triunfo. Los dibujos son un punto de partida para un millar de especulaciones sobre lo que podría haber sido y uno fue, pensamientos, reflexiones sobre cómo la vida de Norwood podía haber sido diferente si hubiera transformado ese kick en la XXV Super bowl. Kim se sienta con los chicos y les dice: "No importa que vuestro padre fallara ese kick. Papá salió y lo hizo lo mejor que pudo -y a veces, incluso cuando haces todo lo posible, las cosas no salen bien-. Y sabéis qué?". Ella mira a cada uno de ellos. Tres rostros expectantes le devuelven la mirada.
Sonríe, "A veces eso también es bueno".
Pero el agradecimiento de la afición de los Bills por el esfuerzo y logros de Scott Norwood, nunca finalizará. ¡Mil gracias Scott por las victorias que con tus goles de campo se consiguieron para los Bills!. Sin ellos jamás el equipo habría llegado a un Super Tazón.
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